Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

martes, 28 de noviembre de 2017

Comentario EvAU: EL DORÍFORO.


La imagen objeto de comentario es una representación escultórica exenta o de bulto redondo,  tallada en mármol. En realidad es copia romana de un original griego realizado en bronce a la cera perdida.  Por sus rasgos formales es característica de la estatuaria griega de la época clásica, que se desarrolla entre los siglos V y IV aC.
Representa a un atleta desnudo, siguiendo la tradición de los kuroi, portando la lanza –el dory o dorius- sobre el hombro izquierdo y en actitud de caminar lentamente. Se trata de una obra abierta y dinámica, concebida todavía para ser vista de frente aunque con diferentes planos de representación que rompen con la rigidez y simetría predominantes durante la época arcaica. Así, el cuerpo se encuentra en un perfecto equilibrio de opuestos –vivo e inestable- entre las partes más tensas: la pierna de apoyo y el brazo con el que sujeta la jabalina, y las más relajadas, la pierna que inicia la marcha y el brazo que cuelga sobre la cadera. Esta composición dibuja en toda la figura un movimiento contenido y sinuoso, el “contrapposto”, que ejemplifica el ideal de armonía clásico: la serenidad espiritual del ethos y el dinamismo físico de quien pretende hacer del espacio circundante un elemento más de la representación escultórica.  
La representación del atleta es paradigma del ideal de belleza griego expresado en el cuerpo masculino desnudo y en la plasmación de la anatomía perfecta que se confirmará durante el clasicismo pleno. “El hombre es la medida de todas las cosas” –había proclamado el sofista Protágoras- y la principal referencia del arte.  El modo de expresarlo será a través de un naturalismo idealizado en consonancia con los planteamientos platónicos de medida y proporción.
La imagen que comentamos es concretamente una reproducción romana del célebre Doríforo (el portador de lanza) de Policleto, vaciado en bronce hacia -445, antes de que Policleto se trasladase desde su Argos natal hasta Atenas. Junto a Mirón y Fidias, este escultor supone la culminación de la escultura clásica griega del siglo V aC., y ésta es, sin lugar a dudas, su principal obra.
Con el Doríforo, Policleto trató de plasmar la imagen idealizada del hombre a partir de un conjunto de reglas matemáticas que tenían como propósito conseguir la perfecta armonía entre las partes y el todo (symmetria). Para ello escribió un tratado artístico, el Canon, que debía ser ejemplificado mediante la estatua que nos ocupa.  Partiendo de un elemento base, la falange del dedo, construía el resto de las partes del cuerpo de acuerdo con un principio de proporcionalidad matemático. La cabeza, esférica para significar la perfección de la razón (logos), era el elemento que determinaba la altura ideal de la imagen siguiendo una relación de 1 a 7. La obsesión por construir a belleza perfecta llega hasta tal extremo que pueden establecerse criterios geométricos en la solución de muchas de las partes del cuerpo, además de un estudio anatómico tendente a la diartrosis, la exageración antinatural de los músculos del torso.
 Se desconoce el propósito final de la escultura aunque es muy probable que se tratase de una representación de Aquiles destinada a ser expuesta en la propia Argos. Ya en Atenas e influido por el ambiente de la capital del Ática realizará el Diadúmeno, donde mantiene las características anteriores acentuando la suavidad de las formas y el movimiento de la estatua.
En la actualidad se conocen unas setenta réplicas del Doríforo. La que vemos en la fotografía es la conservada en el Museo de Nápoles, una de las que mejor se aproximarían al original griego. Está realizada en mármol de Luni y mide 2,10m. aproximadamente.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Unidad 3. EL ARTE CLÁSICO. ROMA.

3.3. PRINCIPALES CONSTRUCCIONES DE LA ARQUITECTURA ROMANA Y SUS CARACTERÍSTICAS.

El carácter utilitario de la arquitectura romana y el modelo de vida de los ciudadanos de Roma se tradujo en la proliferación de tipologías arquitectónicas hasta entonces desconocidas que enriquecían la idea de participar de unas costumbres comunes y afianzaban el sentido de pertenencia a un Estado. También en esto los romanos adoptaron una postura sincrética participando de las influencias de los territorios conquistados y adaptándolas a sus especiales circunstancias. Así, encontramos todos tipo de edificios públicos y privados, civiles, religiosos y funerarios; obras de ingeniería, para espectáculos, para el ocio, la administración o conmemorativos. Se puede decir que fueron los primeros en dotar de un espacio propio a las principales actividades humanas, creando modelos que han sobrevivido hasta la actualidad. Para ello, no dudaron en regularizar la función y el oficio del arquitecto, y no solo de la arquitectura, a través de tratados, como el de Vitrubio, que iban un paso más allá de un simple orden entendido como un sencillo conjunto de elementos decorativos combinados con un cierto sentido normativo.

3.1.1. Las obras de ingeniería.

Conocen en Roma un enorme desarrollo, debido a sus condicionantes políticos, territoriales e incluso sociales. A los romanos se debe la creación de una serie de infraestructuras, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días cumpliendo su uso inicial: calzadas, puentes, acueductos, faros, etc.

Las calzadas. Vías de comunicación creadas por los romanos para poner en contacto los extensos territorios del Imperio, como Vía Augusta o la Vía Platea en la península ibérica.

Los puentes. Salvaban desniveles por los que discurrían las calzadas, como el puente de Alcántara (Cáceres), sobre las aguas del Tajo durante el imperio de Trajano (s. II dC); o el Pont du Gard (en Nimes, Francia), erigido durante el periodo augusteo (fines s. I aC).

Los acueductos. Son construcciones que servían para trasladar agua a las ciudades desde fuentes próximas. Como ejemplos más significativos señalamos el acueducto de Segovia (construido entre los s. I y II dC.), el de Les Ferreres en Tarragona y  el acueducto de los Milagros en Mérida.
Estaban complementados por otras construcciones: los pantanos, donde se recogía el agua en origen (como el de Proserpina en Mérida) y las castella aquarum, torres de depuración y distribución de las aguas a la entrada de las ciudades.

3.3.2. Edificios públicos.

- Las basílicas. Tipológicamente son edificios rectangulares, de tres o cinco naves, y terminados en un ábside en uno de sus extremos. Cumplían una doble función, económica y judicial. Existen, dos tipologías, la oriental, cuando la fachada de acceso se sitúa en uno de los laterales largos, y la griega, cuando lo hace en uno de los laterales cortos (luego empleada por los cristianos como edificio religioso). En Roma destaca la basílica de Majencio o Constantino, en el foro.

Las termas. Cumplen al tiempo una función higiénica y social, siendo por ello edificios muy habituales, con los que los emperadores solían atraerse la popularidad de sus súbditos. Desde el punto de vista estructural, constan de varias zonas dedicadas al ritual del baño: apoditerium (vestíbulo), frigidarium (sala de baño frío), tepidarium (sala de baño templado), caldarium (sala de baño caliente) y natatio o piscina central; su construcción exigía un gran dominio técnico por la propia infraestructura que requiere el baño, su carácter abovedado y las grandes dimensiones que algunas de ellas podían alcanzar. En Roma sobresalen las de Caracalla y Diocleciano.

3.3.3. Edificios públicos, para espectáculos.

Los teatros. Toman al teatro griego como referencia, aunque con diferencias notables desde el punto de vista formal. Son casi todos ellos construidos en su totalidad, es decir, no aprovechan las laderas de las montañas como los griegos, sino que se construyen frecuentemente sobre terrenos llanos. Su forma es semicircular y solía tener un fondo arquitectónico muy elaborado: el frons scenae. En  Roma destaca el teatro Marcelo, construido en época de Augusto y que sirvió de modelo a los teatros de provincias. En España los de Mérida, MálagaSagunto, Cartagena o Segóbriga

Los anfiteatros. Son obras propias del espíritu romano, derivadas de los teatros pero con forma oval. Estaban destinados a los juegos con fieras o luchas de gladiadores. Entre todos ellos destaca el anfiteatro Flavio, concluido por el emperador Tito hacia el 80 dC. y conocido también como el Coliseo (por la estatua colosal de Nerón como Helios que se situaba en las proximidades). En España sobresalen los de Mérida, Itálica y Segóbriga.

Los circos. Se destinaban a carreras de caballos o cuadrigas. Tenían una forma alargada y estaban divididos longitudinalmente por un muro central o spina en torno al cual discurría la competición.  El más famoso fue el circo Máximo de Roma. En España se conservan los de Toledo y Mérida.

3.3.4. Edificios religiosos y funerarios.

- Los templos. Siguen los patrones tuscánico (etrusco) y griego, elevándose sobre un alto podíum  con amplio pórtico y cella casi cuadrangular y con columnas adosadas (pseudoperípteros). El orden más empleado en la columnata es el toscano. Esta feliz síntesis entre lo etrusco y lo griego se difundió rápidamente convirtiéndose en el esquema clásico del templo oficial, como observamos en los ejemplos dedicados a Portuno en Roma (s. II aC) o la Maison Carrée en Nimes (transición al s. I dC.) No obstante los romanos construyeron  otros modelos templarios de inspiración helénica: los tholos, entre los que destacan los dedicados a Hércules Olivario  en Roma y el templo de Sibila y Vesta en Tívoli.
Pero entre todos los templos destaca, por su originalidad, el Panteón, edificio que Agripa (general y yerno  de Augusto) consagrara en 27aC. a todos los dioses de acuerdo con la nueva espiritualidad augustea de tolerancia religiosa. Fue destruido por importantes incendios y reconstruido de forma completamente nueva en época del emperador Adriano durante la primera mitad del siglo II (118-125 dC.). El edificio presenta una estructura principal cilíndrica y cupulada con un pórtico de acceso al modo clásico. La sala central es expresión del universo celeste y el emperador su Cosmocrator. La originalidad de la obra ha llevado a relacionarla con Apolodoro de Damasco, arquitecto de Trajano, uno de los más geniales y atrevidos de la Roma imperial.

- Las tumbas. El rito funerario más usual en el mundo romano fue la incineración del cadáver, en especial hasta la época de Adriano (s. II dC.) a partir de la cual se practicará la inhumación en ricos sarcófagos, especialmente entre las clases altas de la sociedad. El tipo más sencillo de enterramiento era la simple fosa complementada por un ara o estela. También eran frecuentes las esculturas alegóricas o los bustos-retrato del difunto colocados sobre un plinto. Junto a estas sepulturas populares, se alzaron también ricos mausoleos pertenecientes a las familias más acaudaladas; responden a tres tipos: torre, templo y columbario. Al primer tipo pertenecen las estructuras cilíndricas de Cecilia Métela, Augusto (ambas del s. I aC) y Adriano (s. II dC), síntesis de los túmulos etruscos; o las cuadrangulares de los Julios (Francia) o de los Escipiones (Tarragona), ambas del s. I aC y en la tradición de monumentos helenísticos. Forma de templo presenta el mausoleo de Fabara (Zaragoza) y de tipo columbario (nichos) son las catacumbas. No obstante la tolerancia y el sincretismo de formas que adopta la Urbe permite la construcción de otras tumbas tan singulares como la tumba panadero Eurysaces, al modo de su propio horno, o la célebre de Cayo Cestio, en Roma, al modo de los faraones egipcios, ambas en Roma.
  
3.3.5. Monumentos conmemorativos.

- Los arcos de triunfo. Son construcciones típicamente romanas, que servía para conmemorar algún acontecimiento importante o glorificar a un emperador victorioso. Es lógicamente abovedada, utilizándose elementos adintelados para su decoración; podían constar de uno o tres ojos, y excepcionalmente cuatro, al enfrentar un arco en cada uno de los frentes de un cuadrilátero: arco quadrifronte. Sobre los arcos se situaba un ático destinado a la inscripción epigráfica que advertía sobre el constructor y sus hazañas. El conjunto se decoraba con relieves y podía estar rematado con esculturas exentas. En Roma destacan los arcos de Tito, construido en el s. I dC. , de un ojo, y los de Septimio Severo (pps. s. III)  y Constantino (s. IV), de tres. En España, al primer ejemplo corresponde el arco de Bará en Tarragona; al segundo el de Medinaceli en Soria; y al arco quadrifronte el de Cáparra en Cáceres.

- Las columnas. Son también características de la cultura romana en su finalidad conmemorativa. Suelen elevarse sobre un alto plinto, no responden a un orden concreto y su fuste se decora con un friso helicoidal corrido sobre las gestas del emperador a quien se dedica. La más importante es la de Trajano, en el foro realizado por él, y destinada también a servirle de tumba. A imitación de ésta se realizaron la de Marco Aurelio y la de Antonino en Roma, esta última no conservada, y más tarde la de Constantino con motivo de la refundación de Bizancio (Constantinopla).

3.3.6. Las residencias imperiales.

Surgen tras la consolidación del Imperio como institución, conforme a la idea de asociar la figura del emperador a la de la Urbe, y la grandiosidad de aquel con la de la propia Roma. Los precedentes más inmediatos los encontramos en los palacios de los reyes helenísticos, aunque con un avance respecto a ellos al aplicar los romanos su particular genio constructivo en muros, bóvedas y plantas de gran complejidad. Destacan: La Domus Áurea de Nerón, construida por el emperador Nerón tras el incendio de Roma del año 64 dC., y síntesis perfecta entre arquitectura y naturaleza. La Domus Flavia, construida durante la segunda mitad del s. I dC por el arquitecto Rabirius, constituye la residencia definitiva de  los Césares sobre el Palatino (Palacio) y responde a un espíritu racionalista no exento de importantes novedades técnicas como la gran bóveda de cañón del Aula regia o la Coenatio Jovis, el fastuoso comedor de gala. La Villa Tiburina, realizada por Adriano entre los años 120 y 138 e influida por concepciones artísticas orientales. Y El palacio de Diocleciano en Spalato, construido para retiro de este emperador en la actual Split (Yugoslavia) a principios del s. IV. Es la última gran obra de la antigüedad romano-pagana, reuniendo la triple función de palacio, templo y tumba. Su planta está inspirada en un campamento militar: rectangular y fortificado, con un  tono helenístico en la abundancia de arquerías y pórticos, acorde con su propia ubicación geográfica. 

Comentario EvAU: El auriga de Delfos.



La imagen que vamos a comentar es una representación escultórica de bulto redondo,  vaciada en bronce. Posee un carácter votivo y por sus rasgos formales podemos adscribirla al periodo preclásico o estilo severo de la antigua Grecia característico del primer tercio del siglo V aC.
La obra formaría parte de un grupo escultórico compuesto por el auriga, que vemos en la imagen, montado sobre un carro de cuatro caballos y un ayudante –tal vez un esclavo- que los sujeta. Eso fijaría la obra en su momento y explicaría algunos detalles de la imagen, que se muestra al espectador todavía un tanto rígida y con una evidente desproporción de las piernas respecto al resto del cuerpo. A pesar de ello, hay un esfuerzo más que notable por abandonar la tradición arcaica, que nos sitúa en el umbral del clasicismo. Compositivamente se advierte el deseo de abandonar la frontalidad y la simetría tradicionales. El sutil contraposto que dibuja la posición de los pies respecto a la cabeza, los brazos proyectados hacia el carruaje que rompen el espacio anterior, el preciso modelado de la túnica de lana –cuyos pliegues verticales han sido comparados con las acanaladuras de un fuste- y, muy especialmente, el tratamiento naturalista de la cabeza y las facciones del rostro así lo atestiguan. Además, se trata de una obra de enorme complejidad técnica, con distintas partes fundidas por separado, aplicaciones de otros metales, como la plata de la diadema o el cobre de los labios, e incrustaciones de pasta vítrea en los ojos.   
Nos encontramos ante una estatua de evidente calidad y muy original, pues se aleja de las representaciones de atletas derivadas de los Kuroi arcaicos y tampoco cultiva el desnudo masculino, ni el interés por la anatomía característicos del periodo. El Auriga de Delfos conmemora la victoria ecuestre que el príncipe Polizalo de Gela (hermano menor del tirano Hieron I de Siracusa) alcanzó en los Juegos Píticos de 474 aC., celebrados en el santuario de Delfos en honor al dios Apolo. El momento representado es el instante en el que el mozo frena la cuadriga tras atravesar la línea de meta como vencedor o tal vez el de la lenta procesión ceremonial de la victoria. Sea cual fuere la situación, el rostro del Auriga demuestra una serena concentración, expresión del ethos y la contención del periodo severo, caracterizado por la reflexión y la introspección del arte tras las Guerras Médicas. Es manifestación de la areté, la virtud, de quien disfruta de la victoria desde la contención, la nobleza y la dignidad humanas. En este sentido, algunos autores han significado la esfericidad del cráneo del auriga como algo no gratuito sino identificativa de la geometrización perfecta, de la excelencia que caracterizada la estatuaria clásica tendente a la perfección de hombre que ha de estar regida por el logos, es decir, por la cabeza.

Desconocemos si el personaje representado es el propio Polizalo o probablemente la figura genérica de un joven profesional de las carreras. Pero lo cierto es que sus facciones, trabajadas con un minucioso acabado a cincel, pasan por ser de un maestro o de un taller excepcionales. Tal vez por ello y por proceder del sur de Italia, sin más fundamento, se ha relacionado la escultura con el Pitágoras de Regio del que hablan las fuentes literarias como uno de los más reputados de la primera mitad del siglo V. Otros autores manejan el nombre de Onatas de Egina u otros...
A este mismo periodo y en este estilo heroico de monumentalidad contenida nos encontramos con obras tan significativas como el Poseidón del cabo Artemisión o las esculturas de los frontones del templo de Zeus en Olimpia.


domingo, 26 de noviembre de 2017

Comentario EvAU: El Discóbolo de Mirón.




La imagen que comento a continuación es una representación escultórica exenta o de bulto redondo,  tallada en mármol. En realidad es copia romana sobre un original griego realizado en bronce a la cera perdida.  Por sus rasgos formales es característica de la estatuaria griega de la época clásica, que se desarrolla entre los siglos V y IV aC.
Se trata de una obra abierta y dinámica, concebida todavía para ser vista de frente aunque con una multiplicidad de planos, como corresponde al tema representado, que rompen de esta forma con la rigidez que había dominado durante toda la época arcaica. La imagen nos muestra un atleta en plena competición, en el instante previo a iniciar el giro para lanzar el disco que porta en su mano derecha. El artista ha sabido plasmar con enorme precisión un tiempo sintético, congelado, en el que pasado y futuro confluyen en una secuencia simétrica llamada rythmos, plena de armonía y equilibrio en relación con una visión pitagórica (matemática) del arte. De hecho, la composición es plenamente geométrica y fruto de un concienzudo estudio. Dos grandes arcos de círculo –el que forman los brazos y el que va desde la cabeza hasta la rodilla derecha- se entrecruzan en el centro. Además, un zig-zag ascendente parece fijar el círculo en un equilibrio inestable de gran dinamismo, como corrobora la posición de los pies, que nos invita a girar con la escultura y acentúa su tridimensionalidad.  
La representación del atleta deriva de los antiguos Kuroi de época arcaica y es paradigma del ideal de belleza griego expresado en el cuerpo masculino desnudo y en la plasmación de la anatomía perfecta que se confirmará durante el clasicismo pleno. “El hombre es la medida de todas las cosas” –había proclamado el sofista Protágoras- y la principal referencia del arte.  El modo de expresarlo será a través de un naturalismo idealizado en consonancia con los ideales platónicos de medida y proporción.
La imagen que comentamos es concretamente una reproducción tardía –conservada en el Museo nacional romano- del célebre Discóbolo de Mirón, vaciado en bronce hacia -450. Este escultor es considerado un puente entre la estatuaria severa y el clasicismo pleno, y junto a Policleto y Fidias la culminación de la escultura griega del siglo V aC. Ésta es, sin lugar a dudas, la principal de sus obras y tan original que explicaría la falta de discípulos posteriores.

Se desconoce el propósito de la escultura, quizá para honrar a un atleta en una calle o plaza pública de Atenas, o tal vez pudo formar parte de la serie de figuras de vencedores del pentatlón para el santuario de Delfos, de la que nos habla Plinio. Sea como fuere, el Discóbolo es una obra única en el mundo clásico por su dinamismo y originalidad, y por ello fue muy admirada y comentada en la Antigüedad. Fruto de esta admiración es la gran cantidad de copias romanas que se conservan. Desde entonces se ha insistido en el contraste entre la acción del cuerpo y la inexpresividad del rostro, que algunos autores remiten a una reminiscencia del periodo severo y para otros es sólo el deseo de prescindir de lo anecdótico con el fin de centrar la atención del espectador en el dinamismo corporal.   

Comentario EvAU: La Dama de Auxerre.


La imagen que voy a comentar es una representación escultórica de bulto redondo,  tallada en piedra caliza y originalmente pintada, aunque en la actualidad haya perdido la policromía. Por sus rasgos formales es característica de la estatuaria griega de la época arcaica, que se desarrolla entre los siglos VII y VI aC.
Se trata de una escultura tipo bloque, de formas muy cerradas y compactas, tan solo alteradas por el brazo derecho que se recoge sobre el vientre y el pecho. A pesar de ser una imagen exenta, presenta una acusada frontalidad y un marcado hieratismo, que nos remite a influencias del mundo egipcio. El rostro posee unas facciones esterotipadas: el pelo geometrizado y sobre los hombros, los ojos almendrados, los pómulos prominentes, la sonrisa arcaica y la barbilla saliente. El resto del cuerpo es así mismo muy volumétrico y se muestra vestido, en tanto que con el ropaje se expresaba la belleza femenina y se utilizaba como elemento dinamizador. Está compuesto por formas triangular en el torso y cilíndrica en las piernas que recuerda al tronco con que estarían realizadas las primitivas esculturas de madera (xoana).
Nos encontramos ante una imagen del tipo korai, muy primitiva, de las denominadas dedálicas, por creerse realizadas por el mítico escultor cretense Dédalo a comienzos de la época arcaica. El significado de este tipo de obras –propias del arcaísmo- nos es desconocido. Genéricamente se interpretan como una  idealización de la juventud, que podría  identificarse con imágenes votivas o representaciones de sacerdotisas asociadas a un santuario o simplemente como imágenes funerarias. En el caso que nos ocupa, la posición del brazo sobre el vientre ha dado lugar a interpretaciones sobre la fecundidad que la vincularían con ritos más antiguos.

En concreto se trata de la Dama de Auxerre, una estatua de pequeño formato, 65cm, realizada a mediados del siglo VII aC. y conservada en el Museo del Louvre. Su nombre deriva del hecho de haberse conservado en la citada ciudad francesa tras ser adquirida como atrezo por uno de los directivos del teatro de la misma en Creta.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Unidad 3. EL ARTE CLÁSICO. ROMA.

3.2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ARQUITECTURA ROMANA.

Aunque tiene puntos en común con las arquitecturas griega y etrusca, de las que proceden algunos elementos, es incuestionable su personalidad y la trascendencia de sus aportaciones. La principal su nueva concepción del espacio y su carácter mixto, es decir, la alternancia de sistemas constructivos adintelados o abovedados, según el tipo de edificio, que le hace valorar especialmente los espacios interiores. Además:

- Su sentido utilitario y práctico, que es reflejo del poder de Roma y del utilitarismo romano, que le hace adaptarse a cualquier circunstancia y espacio sin perder sus señas de la identidad. Los edificios se hacen para que sean funcionales y duraderos, lo que conlleva experimentaciones y avances técnicos.
- Su carácter ordenado y planificado, lo que se traduce en un predominio de la regularidad y la simetría.
- Su apariencia monumental y colosal, que es expresión del poder de Roma y de sus ciudadanos.
-  La adecuación de los espacios al tipo de construcción y su función. 
- El uso de la ornamentación arquitectónica para subrayar la idea de suntuosidad, tanto en los espacios interiores como al exterior.

Los romanos utilizaron todo tipo de materiales, pero fundamentalmente tres: la piedra, por ser material resistente se usa en cimientos y muros y como revestimiento, en aparejo irregular (mampostería) o regular (sillería). El ladrillo (opus latericium), muy utilizado por su bajo coste de producción y su fácil adaptación a las distintas formas arquitectónicas; a menudo se reviste con mármoles o mosaicos. El hormigón (opus caementicium), elemento típicamente romano, se producía con guijarros, cal, arena y agua, utilizándose como material resistente y ligero en bóvedas y cúpulas.
Respetaron también los órdenes arquitectónicos, pero adaptándolos a las nuevas necesidades y, en ocasiones, como simples elementos decorativos. El arquitecto y tratadista  romano Marco Vitruvio Polion ("Los diez libros de arquitectura", s. I aC.) considera la existencia de cuatro órdenes: 
. El toscano, en realidad una reinterpretación del dórico realizada en Etruria, con basa y fuste liso.
. El jónico, similar al griego, aunque con las volutas oblicuas. 
. El corintio, muy parecido al griego, pero con los acantos más rizados y las volutas oblicuas y más desarrolladas. Y, 
. El orden compuesto, síntesis de los dos anteriores, con las volutas más desarrolladas que en el corintio.
Estos dos últimos fueron los preferidos por los romanos por su carácter ornamental.
En ocasiones, los ordenes aparecen combinados en fachada como ejemplo del sintetismo romano. Siempre que eso ocurre, la distribución de los mismos sigue un ritmo preestablecido desde el toscano abajo, pasando por el jónico, el corintio y el compuesto conforme nos elevamos en altura.


En resumen, la arquitectura romana se reduce a tres principios básicos que Vitrubio resumen en: 
a) Firmitas (firmeza), como garantía de la perdurabilidad de la obra y de la propia Roma, que se traduce en edificios robustos y sólidos.
b) Utilitas (utilidad), como expresión del practicismo romano, que favorece la realización de numerosas tipologías de edificios para todos los usos.
c) Venustas (belleza), imagen del desarrollo estético de la civilización romana.

Todos estos rasgos se traducen en una gran variedad tipológica, en la que los romanos siempre demostraron su originalidad, pragmatismo y perfeccionamiento, como reflejan las concepciones urbanísticas, la arquitectura privada, la arquitectura civil, los templos, los monumentos funerarios y los conmemorativos, independientemente de épocas y estilos. 

3.2.1. Urbanismo y vivienda.

También aquí observamos una síntesis de lo etrusco y lo griego; de los primeros tomarán el sentido práctico para la realización de obras de ingeniería que mejoren las condiciones de vida de la ciudad, de los segundos multitud de edificios y algunas soluciones de trazado.
La Roma antigua tenía un plano totalmente irregular, se trataba más bien de una aglomeración de casas de barro y madera. Tras el contacto con los griegos, se plantea el trazado ortogonal -mucho más racional- en las zonas de ampliación de la ciudad o destruidas por incendios.
Las ciudades fundadas en provincias llegarán también a una solución parecida a través de una vía muy diferente: la evolución del campamento militar romano, de trazado cuadrangular, rodeado de empalizadas en las que se abren cuatro puertas que dan lugar a sendas avenidas entrecruzadas: el cardo (de dirección N_S) y el decumano (de dirección E_W). En el cruce de ambas se situaría el foro, principal espacio público de la ciudad, y el resto de las calles se dispondrían paralelas o perpendiculares a las anteriores. En el foro se erigían los edificios civiles y religiosos más destacados, componiendo en su conjunto el marco funcional para el desarrollo político y social de la ciudad. El crecimiento de las ciudades, y en especial de Roma, originó los problemas característicos de toda gran ciudad: escasez de suelo urbanizable y especulación del mismo, lo que se tradujo en la aparición de los primeros edificios en altura (que se contraponían a la tradicional vivienda romana, domus, de planta baja y articulada por patios), las Insulae y de los cementerios subterráneos, las catacumbas, ya durante la expansión del cristianismo.


miércoles, 22 de noviembre de 2017

Unidad 3. EL ARTE CLÁSICO. ROMA.

3.1. INTRODUCCIÓN.
El romano es un arte ecléctico y de naturaleza pragmática conforme al espíritu de la ciudad surgida en el Lazio a mediados el siglo VIII aC., quie terminará con el tiempo imponiéndose en todo el mundo occidental y mediterráneo. Al margen de la enorme influencia griega a partir del siglo II aC, como consecuencia de la conquista de Grecia por parte de Roma, los orígenes del mismo hay que buscarlos en la península itálica y más concretamente en Etruria, la actual Toscana (al norte de Roma), donde se desarrolló una importante civilización en la primera mitad del I milenio aC. de dudosa procedencia pero importante acervo cultural y artístico. Dos son los grandes logros aportados por los etruscos al arte romano: por una parte el sentido del utilitarismo y, por otra, el afán por expresar la realidad. Ambos logros se traducen por ejemplo en la utilización del arco y la bóveda, o en el aumento de los órdenes arquitectónicos; la proliferación del retrato en escultura o el empleo de los frescos pictóricos. 

Si el arte griego en su momento histórico pudo influir como ningún otro desde la península ibérica a India, no es menos cierto que la consolidación del lenguaje clásico y su proyección futura sería incomprensible sin el arte romano, que extiende aproximadamente durante un milenio a lo largo de los siguientes periodos, que coinciden con los de la historia política de la propia ciudad:

-          753-509 aC. Monárquico. Asimilación de todo lo etrusco.
-          509-27 aC. Republicano. Concreción de las primeras formas arquitectónicas y del retrato, que pronto se entrelazan con la influencia helenística.
-          27-235 dC. Alto Imperial. Arte como representación del régimen. Conjugación clasicista con un barroquismo que tiende al refinamiento y la emotividad.
-          235-476 dC. Bajo Imperial. La emoción deja paso a la formalización. Tras Constantino se produce una cristianización de las formas tradicionales del clasicismo.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Comentario Evau: Altar de Zeus en Pérgamo.




Imagen de una arquitectura religiosa, de apariencia centralizada y realizada en sillería de mármol –a hueso y grapada- siguiendo modelos constructivos adintelados. Es propia del periodo helenístico del arte griego que se desarrolla en el Mediterráneo central y oriental desde fines del siglo IV hasta mediados del II aC.

Como advertimos en la clasificación, se trata de un edificio sagrado muy singular; elevado por un crepidoma de triple escalón -sostenido por enorme pódium- sobre el que monta una estoa columnada en forma de U invertida (de orden jónico con arquitrabe trifacetado, cornisa taqueada y acróteras en los vértices exteriores de la techumbre) que daría acceso a un patio abierto donde se dispondría el ara destinada a la llama sagrada. Las dos alas laterales enmarcan la subida al edificio a través de una gran escalinata que se derrama por los laterales del edificio con cuatro peldaños hasta rodearlo por completo.
Esta tipología constructiva podría tener sus precedentes en los altares de cenizas dedicados a Zeus (como el de Olimpia) que son reinterpretados aquí con el sentido teatral y barroquizante propio del helenismo. Así, la parte esencial del edificio pasa a ser el podio y no la fachada, como demuestra –además de sus dimensiones- el hecho de desplazar el friso escultórico a la zona inferior del mismo, donde se representan escenas de la batalla entre dioses y gigantes. De este modo, se produce un contraste de espacios muy característico de la época. El exterior, dominado por los poderosos relieves, es dinámico y exaltado, e implica al espectador en su ascenso al altar a través del abrazo simbólico que le procura el edificio. El interior es abierto y espaciado siguiendo el ritmo del peristilo, sosegado y equilibrado, como expresión de la divinidad triunfante. El orden, que caracteriza la sensibilidad clásica, ha sido alterado por una poética de extremos. El ethos y la areté pitagórica dan paso al pathos, subversivo, irreflexivo e inestable de la Grecia helenística.
El Altar de Zeus en Pérgamo fue construido durante el reinado de Eumenes II a partir de 181 aC.  Responde al monumentalismo y la grandiosidad con que los monarcas de los reinos alejandrinos dotaron a sus edificaciones, a mayor gloria de su poder y su fama, tal y como queda reflejado por el relieve de la Gigantomaquia. De forma terrible se expresa la conmoción cósmica que supuso el enfrentamiento entre la racionalidad del Olimpo y las fuerzas del caos, identificados respectivamente con la corte pergámica (los atalos) y sus enemigos (los galos). El edificio mismo es el escenario de la batalla. Al exterior caótico sucede el interior ordenado que resulta del final del conflicto. La llama eterna garantiza la victoria y la paz en la figura del soberano, Eumenes, el nuevo Zeus.

Su planta es un cuadrángulo de 36x34 metros aproximadamente y se encuentra parcialmente reconstruido en el Museo de Pérgamo en Berlín.

Comentario Evau: El Erecteion.




La imagen que comentamos es una arquitectura de tipo adintelado, de carácter religioso y realizada en sillería de mármol pentélico dispuesta a hueso y trabada con grapas metálicas. Es característica de la Grecia clásica, que se desarrolla entre durante los siglos V y IV aC..
Por su plano en planta advertimos un templo muy singular, con tres cellas otras tantas fachadas. La que nos ocupa, orientada hacia el Este, es de orden jónico montado sobre un crepidoma típico de tres escalones –compuesto de estereóbato y estilóbato- sobre el que montan columnas con basa ática (dos toros con escocia en medio), fuste acanalado y capitel  de volutas enfrentadas; el entablamento presenta un arquitrabe trifacetado (con tres platabandas), un friso decorado con relieve corrido y una cornisa sobresaliente que protege los anteriores de las inclemencias meteorológicas al tiempo que sustenta un tejado a dos aguas con frontón triangular –hoy perdido- y tímpano decorado con esculturas alegóricas. Por el número de columnas en fachada es hexástila (con seis columnas) y daría acceso a la cella principal, consagrada a la “Atenea polias” (Atenea ciudadana),  patrona de Atenas. La fachada norte, también jónica presenta un pórtico tetrástilo de acceso a un corredor iluminado por una celosía lateral que nos conduce a sendas pequeñas cellas, dedicadas en este caso a dioses menores de la ciudad de Atenas: Poseidón-Erecteo y Cecrops, considerados como los primeros reyes míticos de la ciudad. En el lado sur, frente al Partenón se abre el célebre balcón de las cariátides, donde las columnas han sido sustituidas por esculturas femeninas debidas probablemente al genio de Alcamenes, discípulo de Fidias.
El Erecteion, templo que comentamos, fue el último de los construidos en el recinto de la Acrópolis entre -421 y -406. Ha sido atribuido a Mnésikles por lo delicado de su estilo y la complejidad de sus niveles, que debían salvar distintas alturas para adaptarse a un terreno sagrado que no se podía modificar: la fuente de Poseidón y el olivo de Atenea, y en el que se debían custodiar las principales reliquias de la ciudad. Como en el caso de Atenea Niké, el orden jónico volvía a salir al exterior, pero aquí en su forma definitiva, con unas proporciones más esbeltas que anticipan las formas más delicadas del siglo –IV.
 El templo era el edificio más emblemático de la Grecia clásica, pues la religión constituía uno de los pilares básicos de la conciencia cultural helena. Su función difiere bastante de los edificios religiosos actuales, ya que no se entendía como un lugar de reunión u oración, sino como el recinto depositario de la escultura y la llama del dios a quien se consagraba. Los fieles acudían en procesión periódicamente a realizar sus ofrendas, que eran recibidas por las sacerdotisas cuidadoras del templo en el exterior del mismo y allí tenían lugar las ceremonias litúrgicas. Es por eso que su emplazamiento coincide con lugares emblemáticos desde el punto de vista histórico o paisajístico y que se encontraban casi siempre dentro de un espacio sacralizado mayor, denominado témenos.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Comentario Evau: TEMPLO DE ATENEA NIKÉ.




La imagen que comentamos es una arquitectura de tipo adintelado, de carácter religioso y realizada en sillería de mármol pentélico dispuesta a hueso y trabada con grapas metálicas. Es característica de la Grecia antigua, cuya cultura se desarrolló a lo largo del primer milenio aC. (s. –IX a -II aproximadamente).
Se trata de un templo de orden jónico montado sobre un crepidoma de cuatro escalones –para realzar la posición del monumento- sobre el que montan columnas con basa ática (compuesta por sendos toros con escocia en medio), fuste acanalado y capitel  de volutas enfrentadas; el entablamento presenta un arquitrabe trifacetado (con tres platabandas), un friso decorado con relieve corrido y una cornisa sobresaliente que protege los anteriores de las inclemencias meteorológicas al tiempo que sustenta un tejado a dos aguas en cuyas fachadas principales se desarrollaría un frontón triangular –hoy parcialmente perdido- con un tímpano decorado con esculturas alegóricas. Tipológicamente, por el número de columnas en fachada, es tetrástilo (con cuatro columnas) y, por la disposición de las mismas, anfipróstilo, es decir, con sendos pórticos en sus fachadas menores. La estructura de este tipo de edificios se sistematizó ya desde época arcaica, teniendo su precedente más inmediato en el mégaron micénico, una construcción que hacía las veces de recinto donde se administraba el poder civil y religioso. Estaba constituido por un recinto rectangular denominado naos o cella, en uno de cuyos laterales menores –situado hacia el este- se abría el pórtico de acceso o pronaos, tal y como ocurre en el ejemplo que comentamos.
El templo era el edificio más emblemático de la Grecia clásica, pues la religión constituía uno de los pilares básicos de la conciencia cultural helena. Su función difiere bastante de los edificios religiosos actuales, ya que no se entendía como un lugar de reunión u oración, sino como el recinto depositario de la escultura y la llama del dios a quien se consagraba. Los fieles acudían en procesión periódicamente a realizar sus ofrendas, que eran recibidas por las sacerdotisas cuidadoras del templo en el exterior del mismo y allí tenían lugar las ceremonias litúrgicas. Es por eso que su emplazamiento coincide con lugares emblemáticos desde el punto de vista histórico o paisajístico y que se encontraban casi siempre dentro de un espacio sacralizado mayor, denominado témenos.

La fotografía nos muestra el pequeño templo de Atenea Nike o Atenea Victoriosa, que corona el acceso a la acrópolis de Atenas en su lado sur. Fue proyectado por Calícrates al mismo tiempo que el Partenón, hacia el año 449 aC., coincidiendo con la Paz de Calias, y respondía también al programa de reconstrucción de la acrópolis ateniense tras las destrucciones llevadas a cabo por los persas. Se trata por tanto de una obra de exaltación patriótica por la victoria en las Guerras Médicas. Sin embargo, sus obras se vieron postergadas por la construcción de otras mayores y su ejecución comenzó en -421, tras la firma de la Paz de Nicias que ponía fin a la primera fase de la Guerra del Peloponeso. Quizá por ello se instaló en su diminuta cella una victoria sin alas (Niké áptera), para que ésta no se escapase nunca de Atenas. 

sábado, 11 de noviembre de 2017

Comentario Evau: EL PARTENÓN DE ATENAS.

Fachada occidental (acceso al opistodomos)

Fachada oriental (acceso a la cella).


La imagen que comentamos es una arquitectura de tipo adintelado y planta longitudinal; de carácter religioso y realizada en sillería de mármol pentélico dispuesta a hueso y trabada con grapas metálicas. Es característica de la Grecia antigua, cuya cultura se desarrolló a lo largo del primer milenio aC. (s. –IX a -II aproximadamente).
Se trata de un templo de orden dórico, con columnas sin basa, fuste estriado y capitel con ábaco y equino; el entablamento presenta un arquitrabe liso y un friso dividido en metopas y triglifos, protegidos por una cornisa que sustenta un tejado a dos aguas en cuya fachada principal se desarrolla un frontón triangular cuyo tímpano está decorado con esculturas alegóricas. Tipológicamente, por el número de columnas en fachada, es octástilo (ocho columnas) y, por la disposición de las mismas, períptero (su perímetro está rodeado por una fila de columnas).La estructura de este tipo de edificios se sistematizó ya desde época arcaica, teniendo su precedente más inmediato en el mégaron micénico, una construcción que hacía las veces de recinto donde se administraba el poder civil y religioso. Estaba constituido por un recinto rectangular denominado naos o cella, en uno de cuyos laterales menores –situado hacia el este- se abría el pórtico de acceso o pronaos. Con el tiempo se fueron añadiendo estancias interiores como el opistodomos, lugar donde se custodiaba el tesoro del templo, y columnas al exterior, hasta rodear completamente el perímetro de la cella.
El templo era el edificio más emblemático de la Grecia clásica, pues la religión constituía uno de los pilares básicos de la conciencia cultural helena. Su función difiere bastante de los edificios religiosos actuales, ya que no se entendía como un lugar de reunión u oración, sino como el recinto depositario de la escultura y la llama del dios a quien se consagraba. Los fieles acudían en procesión periódicamente a realizar sus ofrendas, que eran recibidas por las sacerdotisas cuidadoras del templo en el exterior del mismo y allí tenían lugar las ceremonias litúrgicas. Es por eso que su emplazamiento coincide con lugares emblemáticos desde el punto de vista histórico o paisajístico y que se encontraban casi siempre dentro de un espacio sacralizado mayor, denominado témenos.
La fotografía nos muestra el Partenón de Atenas, el templo más célebre de la cultura clásica, consagrado a la Atenea Virgen. Fue mandado construir por Pericles, el instaurador de la democracia ateniense, como parte de la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas tras el saqueo llevado a cabo por los persas durante las Guerras Médicas. Sus arquitectos fueron Ictinos y Kalícrates, quienes lo erigieron entre -447 y -438; su decoración corrió a cargo de Fidias y su taller, que adornaron el templo con frontones alusivos a la vida de Atenea y las metopas con escenas referidas al triunfo de la razón sobre el caos (amazonomaquia, gigantomaquia, centauromaquia y la Guerra de Troya). El interior de la cella está recorrido por el célebre friso de las Panateneas, de inspiración jónica en alusión a la pretendida fundación de la ciudad por aquéllos como signo identitario frente al resto de polis continentales.
El Partenón está considerado como el paradigma de la arquitectura de la antigüedad por su equilibrio, armonía y perfección, que coinciden con el prototipo de belleza clásico, basado en la proporcionalidad matemática asociada al hombre y la naturaleza. Para conseguirlo se emplearon correcciones ópticas en algunos de sus elementos, que intentaban superar las imperfecciones de la retina humana y alcanzar el modelo ideal de belleza. De forma probablemente intuitiva las relaciones entre las distintas partes del edificio responden a la fracción 4:9, el número áureo que estudiase por vez primera Euclides a principios del siglo III aC. y que buscase Platón como ideal de la divina proporción. 

domingo, 5 de noviembre de 2017

Comentario Evau: TEATRO DE EPIDAURO.


La imagen que comentamos es una obra arquitectónica para espectáculos, realizada en piedra y con elementos adintelados,  perteneciente a la época clásica griega que se desarrolla en toda la Hélade durante los siglos V y IV antes de Cristo.

Se trata concretamente de un teatro, uno de los edificios civiles más representativos de la antigua Grecia. Responde a una tipología característica que se repite casi invariablemente en todas las polis. Consta de tres partes esenciales:
-          La orchestra, espacio plano y circular donde canta y baila el coro y en el cual se situaba originalmente el altar consagrado Dionisio (thymile). Su forma condiciona todo el recinto.
-          La cávea (theatron, koilon o gradería) es el espacio destinado al público, de planta ultrasemicircular que rodea gran parte de la orchestra.
-          Finalmente la escena o skené. Este elemento fue añadiéndose a los teatros a medida que las representaciones se hacían más complejas. En un primer momento se encontraba  a nivel de tierra y más tarde se hizo sobreelevado con la finalidad de que los actores pudiesen cambiarse sin alterar la representación que se hacía en una parte anterior llamada proskenion.

Puesto que el teatro como género literario es creación griega, también lo es el edificio destinado a su representación con estas características. Su génesis se encuentra en el hecho de que la tragedia era para los griegos la principal manifestación literaria que, a su vez, impregnaba gran parte de su vida cotidiana. Por ello, los certámenes literarios cobraron gran relevancia celebrándose en vaguadas y hondonadas entre varias colinas. Pero el crecimiento de las polis y las nuevas necesidades de las representaciones conllevaron la creación de un edificio apto para ello que, sin embargo, conservaba analogías con este origen (por ejemplo, el aprovechamiento del desnivel en las laderas de las colinas para crear la cávea). La escena no tiene aún la importancia que cobrará en el mundo romano, y en ella se emplean decoraciones giratorias en forma de prismas triangulares; además, en el centro de la orquestra se hallaba el altar de Dionisos, en cuyo honor se celebra la representación.
Se trata del teatro de Epidauro, localidad que albergaba el célebre santuario dedicado a Asclepio (dios de la medicina), el mejor conservado del mundo griego. El edificio podía albergar hasta 14.300 espectadores. Está inspirado en el teatro de Dionisio en Atenas al que supera por su visibilidad y su acústica, además de por la perfecta simetría de sus líneas. El historiador griego Pausanias (s. II dC.) lo consideraba obra de Policleto el Joven, realizada hacia el año 320 aC., y afirmaba de él que era “especialmente digno de ver”.


Junto al teatro, serán otros los edificios de carácter civil que también cobren importancia a partir del siglo IV, curiosamente coincidiendo con el declive del clasicismo, aunque quizá sea éste el que más trascendencia tuvo para la vida griega y posteriormente por su enorme influencia en Roma.

Ficha Técnica: 
Manifestación artística: Arquitectura para espectáculos.
Obra: Teatro de Epidauro.
Estilo: Arte griego.
Periodo: Clásico.
Cronología: -320 aprox.
Situación: Peloponeso, Grecia. 

Unidad 2. EL ARTE CLÁSICO: GRECIA.

2.4. CARACTERÍSTICAS Y EVOLUCIÓN DE LA ESCULTURA GRIEGA.

La escultura alcanza una importancia extraordinaria dentro del arte griego, tanto por las novedades que introduce como por servir de referencia formal a toda la estatuaria posterior. Ya es significativo que a la arquitectura se le asignen “valores escultóricos”, lo que confirma que la escultura tuvo una preeminencia fundamental en el contexto del arte griego, como demuestra la especial consideración de los escultores por encima del resto de los artistas y el hecho de que los griegos intentasen expresar a través de ella su sensibilidad y su ideario de belleza.
Esencialmente se trata de una escultura antropomórfica, que exalta el ideal del hombre perfecto a través de la armonía y la proporcionalidad del cuerpo, a la que se añade una perfección espiritual representada por su abstracción expresiva. Se trabajan distintos materiales, siendo los más significativos el bronce y el mármol, y diferentes tipologías, pudiendo encontrar interesantes ejemplos exentos, así como de relieves asociados a las grandes arquitecturas.

A)     La escultura arcaica.

El origen más remoto de la estatuaria griega hay que buscarlo en las viejas y veneradas imágenes de madera (xóanas) de las que nos hablan las fuentes. Posiblemente se tallaron en madera de árboles considerados sagrados para, más tarde, repetirse en ídolos de terracota y piedra caliza, primero, y bronce y mármol, después. A estas primitivas esculturas se le fueron añadiendo rasgos derivados del contacto con otras civilizaciones como consecuencia del proceso de colonización, fundamentalmente Egipto. La escultura egipcia se impuso así como punto de partida para la estatuaria griega, aunque los artistas helenos no tardaron en adecuar dichos modelos a su peculiar sentido de la belleza formal y de la proporción, concebida en este primer momento del arte griego como una lucha de opuestos.

Quizá por eso, los motivos que barajaron los escultores en un primer momento fueron poco variados y contrapuestos: el joven atleta desnudo (kouros) como tema predilecto; la mujer joven vestida (koré); y en menor medida, figuras de monstruos mitológicos y animales. Kouroi y korai poseen un sentido genérico y ambiguo. Son estatuas de varonía o feminidad, representados en la flor de la vida. Y así, adquieren múltiples funciones: son imágenes adecuadas para representar a un dios –Apolo o Atenea-, pueden ser exvotos agradables para la divinidad, representaciones de imágenes para una tumba, a símbolos identificativos de una ciudad, de un linaje familiar o de una victoria. Todas ellas son figuras arquetípicas, volumétricas y de gran geometrismo; acusan una pronunciada frontalidad y destaca sobremanera el tratamiento de unos rostros estereotipados de ojos globulares y sonrisa enigmática. Los modelos masculinos iniciales suelen ser de grandes dimensiones y rasgos muy acusados (como por ejemplo la pareja de Cleobis y Bitón del museo de Delfos), evolucionando con el tiempo hacia medidas más próximas al natural y una mayor delicadeza en el tratamiento de las anatomías y la musculatura (caso del kuros de Anavyssos). Los modelos femeninos, son de menor tamaño del natural, evolucionando desde las formas más austeras de la Dama de Auxerre (s. VII aC.), hasta las más insinuantes de la koré del Peplo o las korai del museo de la Acrópolis.
Derivadas de estas esculturas son aquellas que introducen escenas con animales, dotándolas de una incipiente narrativa, como el oferente del carnero o Mocóforo, o el jinete Rampin sobre su caballo.
Al margen de estas esculturas que caracterizan el periodo, no debemos olvidar la existencia de una estatuaria asociada a las estelas funerarias, así como la ejecución de los primeros programas decorativos de las grandes arquitecturas: tímpanos, metopas y frisos.

B)      La escultura clásica.

En la primera mitad del s. V aC. se asiste a una evolución de la escultura que va a liberarse progresivamente de la rigidez y el estatismo del periodo arcaico, desarrollando pautas y criterios más ágiles y dinámicos que anticipan lo que habrá de ser el pleno clasicismo de la mitad del siglo. A este periodo se le denomina periodo o estilo severo, que se refleja en los rostros serios y ensimismados de los personajes representados, llenos del ethos o solemnidad que subyace de las repercusiones que los efectos de las Guerras Médicas dejan traducir en el arte.
Frente al auge del mármol en la época arcaica, el siglo V desarrolla las técnicas del bronce para la escultura exenta. Se aplica ahora el procedimiento llamado a la cera perdida: el bronce fundido sustituía a la cera derretida, previamente introducida en un núcleo de arcilla. Entre las esculturas de bronce cabe señalar el célebre grupo de los Tiranicidas Harmodio y Aristogeitón, el dios hallado junto al cabo Artemisión, Poseidón o Zeus para otros autores, y el célebre Auriga de Delfos. La figura del auriga guía serenamente su cuadriga tras la carrera en el solemne momento del triunfo. Su actitud contenida y su rostro evocan el ethos y la concentración reservada típica del estilo severo, vuelto levemente hacia un lado, indican la árete, la virtud, propia del vencedor atlético.

A mediados del s. V se produce el momento de mayor esplendor de la escultura griega: el clasicismo pleno, tanto en el número como en la calidad de las obras y sus autores. Es el siglo de Pericles que engrandece  la Atenas democrática, pero es también la etapa de autores universales como Mirón, Policleto y Fidias. Gracias a ellos la escultura se convirtió en la expresión más sublime del arte griego. La belleza de los cuerpos, la proporción de las formas, la agilidad de movimientos y la conquista de las expresiones, de acuerdo con los más profundos sentimientos, en consonancia con los ideales filosóficos platónicos, fueron algunos de los principales logros alcanzados a partir de entonces en la gran estatuaria.
Mirón de Eleutere cultivó exclusivamente la escultura en bronce. Su preocupación primordial fue la captación del movimiento instantáneo y su veraz reflejo en la composición, en las actitudes y en la anatomía. Se le han atribuido entre otras obras el grupo de Atenea y Marsias, esculturas de Hércules, Perseo y Apolo, y varias estatuas de atletas entre las que sobresale el célebre Discóbolo: el lanzador de disco. La escultura fija un tiempo sintético en el que pasado y futuro confluyen en un instante simétrico, creando una secuencia temporal o “ritmo”.
Policleto de Argos quiso reproducir en sus esculturas un modelo de realidad sin imperfecciones. Como el filósofo y matemático Pitágoras, que veía en el universo una armonía de números, Policleto creyó en una realidad superior basada en proporciones matemáticas. Escribió un tratado, el Canon, sobre las relaciones numéricas y la simetría o relación entre las partes del cuerpo humano para alcanzar sus proporciones ideales. Y encarnó su teoría en una escultura en bronce: el Doríforo, que conocemos por numerosas copias romanas en mármol. Es un  joven desnudo que lleva la pesada lanza heroica –dory- en su mano izquierda, doblando el brazo izquierdo por el codo, mientras el derecho cae relajado junto al cuerpo. La medida y ponderación de fuerzas diversas conlleva una precisa articulación del cuerpo atlético. En el Diadúmeno, el joven que se anuda sus cintas de atleta con ambos brazos extendidos, Policleto acentuó su preocupación por el cuerpo de belleza perfecta recurriendo a la mayor riqueza de movimientos y equilibrios de una figura en aspa.
Fidias fue el principal coordinador y supervisor de las obras del Partenón, donde se concentran sus mayores logros.
La estatua de Atenea Partenos, la escultura crosoelefantina de más de 12 metros de altura que presidía la cella del Partenón. Los tratadistas antiguos la celebraron como su obra más emblemática, que hoy conocemos a través de copias romanas muy deformadas. Fidias dirigió la decoración de las metopas, el friso interior y los frontones del templo, si bien en su mayoría fueron realizadas por los discípulos de su taller. En todas estas esculturas queda patente el genio del escultor, la exquisita armonía de sus figuras, sus composiciones equilibradas, el tratamiento de los cuerpos proporcionados, sus delicadas anatomías, sus formas elegantes y un rigor extremo en el tratamiento psicológico de los personajes que se aleja definitivamente de la inexpresividad severa para conseguir un sutil equilibrio espiritual. La perfecta plástica de las obras fidíacas queda ejemplarizada en el tratamiento especial de los paños, elemento que el utiliza con todo su caudal expresivo gracias a la técnica de los “paños mojados”. Tras caer en desgracia, se refugió en Olimpia donde realizó la célebre estatua de Zeus, considerada como una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Superado el momento de esplendor del clasicismo, durante el siglo IV aC. asistimos a un amaneramiento de las formas, la estilización de los cánones, la acentuación del movimiento y la pérdida de la ortodoxia en el equilibrio, armonía y proporción de las imágenes: el clasicismo tardío. El fenómeno es paralelo a la crisis de Atenas como consecuencia de la Guerra del Peloponeso, y por ende de los ideales platónicos, que son sustituidos por una visión más pragmática e individualizada del arte. La nueva estatuaria está reflejada a través de tres de sus artistas principales: Praxíteles, Scopas y Lisipo.
Praxíteles eligió como material preferente para sus creaciones el mármol, a través del cual expresa la gracia (charis) femenina y de la adolescencia. Es el escultor de la sensualidad contenida, buscada intencionadamente como contrapunto a la solemnidad del periodo anterior. Se considera obra salida directamente de sus manos el Hermes con Dioniso niño de Olimpia. De sus creaciones, inconfundibles por las curvas que describen las caderas de sus personajes (curva praxitélica), se conservan numerosas copias que gozaron de gran demanda en época romana.
Scopas, contemporáneo del anterior, logró reflejar en sus obras los estados del alma y las pasiones cuyos efectos se reflejan en los rostros y en las actitudes y movimientos de los personajes. A Scopas se le atribuye la conquista del pathos, el sentimiento expresado desde las cuencas profundas de los ojos de sus personajes y por medio de los giros violentos de sus cuerpos. Trabajó en el Artemisión de Éfeso y probablemente corrió a su cargo la dirección del mausoleo de Halicarnaso. Se le atribuye además la Ménade del Museo Albertinum de Dresde.
Lisipo siguió en la línea de los grandes broncistas, empleando este material casi exclusivamente en sus obras, la mayoría de las cuales fueron cuerpos de atletas en los que la vida y el movimiento se articulan con toda verosimilitud. Así sucede en su famoso Apoxiomeno, quitándose los restos de la competición, que evidencia la estilización de los cánones policléticos. Lisipo fue además el escultor predilecto de Alejandro Magno.

C)      La escultura helenística.

Al igual que sucedió en la época arcaica, la escultura de los siglos III al I aC. vuelve a ser el resultado de la producción de diferentes talleres, cada uno con peculiaridades propias. Como rasgos generales compartieron el gusto por la teatralidad, la composiciones piramidales, las actitudes desenfadadas y violentas en las que no se evitaron las torsiones y giros en espiral, las expresiones patéticas, los temas eróticos, etc. El afán permanente por acercarse lo más posible a la realidad condujo, en muchas ocasiones, a una exageración y barroquización de las formas e, incluso, la utilización del feísmo y de la decrepitud como medio para conseguir un impacto efectista. Se rompieron así el equilibrio y la armonía, imponiéndose un concepto de belleza concebido como imitación: mímesis de la realidad.
Las diferentes corrientes de este periodo se pueden estudiar a modo de escuelas:

-          La escuela clasicista. Centrada preferentemente en Ática a través de los continuadores de Praxíteles, Scopas y Lisipo. Tal vez las obras más significativas de este momento sean la célebre Venus de Milo y el Torso Belvedere de Apollonios.
-          La escuela de Pérgamo. Caracterizada por su enorme fuerza expresiva y teatral como podemos ver en sus esculturas de gálatas o en la decoración escultórica del Altar de Zeus.
-          La escuela de Rodas. Tendencia al colosalismo, como podemos ver en obras como la Victoria de Samotracia o el grupo escultórico de Lacoonte y sus hijos de una gran espectacularidad dramática, hasta el punto de ser considerada expresión universal del dolor.

-          La escuela de Alejandría. La carencia de mármol favoreció una estatuaria de género y adorno realizadas frecuentemente en terracota, las tanagras.