3.2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ARQUITECTURA ROMANA.
Aunque
tiene puntos en común con las arquitecturas griega y etrusca, de las que proceden
algunos elementos, es incuestionable su personalidad y la trascendencia de sus
aportaciones. La principal su nueva concepción del espacio y su carácter mixto,
es decir, la alternancia de sistemas constructivos adintelados o abovedados, según el tipo de edificio, que le hace
valorar especialmente los espacios interiores. Además:
- Su sentido utilitario y práctico, que es reflejo del poder de Roma y del utilitarismo romano, que le hace adaptarse a cualquier circunstancia y espacio sin perder sus señas de la identidad. Los edificios se hacen para que sean funcionales y duraderos, lo que conlleva experimentaciones y avances técnicos.
- Su carácter ordenado y planificado, lo que se traduce en un
predominio de la regularidad y la simetría.
- Su apariencia monumental y colosal, que es expresión del poder de Roma y de sus
ciudadanos.
- La adecuación de los espacios al tipo de
construcción y su función.
- El uso de la ornamentación arquitectónica para subrayar la idea de suntuosidad, tanto en los espacios interiores como al exterior.
Los
romanos utilizaron todo tipo de materiales, pero fundamentalmente tres: la
piedra, por ser material resistente se usa en cimientos y muros y como revestimiento,
en aparejo irregular (mampostería) o regular (sillería). El ladrillo (opus latericium), muy utilizado por su
bajo coste de producción y su fácil adaptación a las distintas formas
arquitectónicas; a menudo se reviste con mármoles o mosaicos. El hormigón (opus caementicium), elemento típicamente
romano, se producía con guijarros, cal, arena y agua, utilizándose como
material resistente y ligero en bóvedas y cúpulas.
Respetaron
también los órdenes arquitectónicos, pero adaptándolos a las nuevas necesidades
y, en ocasiones, como simples elementos decorativos. El arquitecto y tratadista romano Marco Vitruvio Polion ("Los diez libros de arquitectura", s. I aC.) considera la
existencia de cuatro órdenes:
. El toscano, en realidad una reinterpretación del
dórico realizada en Etruria, con basa y fuste liso.
. El jónico, similar al griego, aunque con las
volutas oblicuas.
. El corintio, muy parecido al griego, pero con los acantos más rizados y las volutas oblicuas y más desarrolladas. Y,
. El
orden compuesto, síntesis de los dos anteriores, con las volutas más desarrolladas que en el corintio.
Estos dos últimos fueron los preferidos por los romanos por su carácter ornamental.
En ocasiones, los ordenes aparecen combinados en fachada como ejemplo del sintetismo romano. Siempre que eso ocurre, la distribución de los mismos sigue un ritmo preestablecido desde el toscano abajo, pasando por el jónico, el corintio y el compuesto conforme nos elevamos en altura.
En resumen, la arquitectura romana se reduce a tres principios básicos que Vitrubio resumen en:
a) Firmitas (firmeza), como garantía de la perdurabilidad de la obra y de la propia Roma, que se traduce en edificios robustos y sólidos.
b) Utilitas (utilidad), como expresión del practicismo romano, que favorece la realización de numerosas tipologías de edificios para todos los usos.
c) Venustas (belleza), imagen del desarrollo estético de la civilización romana.
Todos
estos rasgos se traducen en una gran variedad tipológica, en la que los romanos
siempre demostraron su originalidad, pragmatismo y perfeccionamiento, como
reflejan las concepciones urbanísticas, la arquitectura privada, la arquitectura civil, los templos, los
monumentos funerarios y los conmemorativos, independientemente de épocas y
estilos.
3.2.1. Urbanismo y vivienda.
También
aquí observamos una síntesis de lo etrusco y lo griego; de los primeros tomarán
el sentido práctico para la realización de obras de ingeniería que mejoren las
condiciones de vida de la ciudad, de los segundos multitud de edificios y
algunas soluciones de trazado.
La
Roma antigua tenía un plano totalmente irregular, se trataba más bien de una
aglomeración de casas de barro y madera. Tras el contacto con los griegos, se
plantea el trazado ortogonal -mucho más racional- en las zonas de ampliación de
la ciudad o destruidas por incendios.
Las
ciudades fundadas en provincias llegarán también a una solución parecida a
través de una vía muy diferente: la evolución del campamento militar romano, de
trazado cuadrangular, rodeado de empalizadas en las que se abren cuatro puertas
que dan lugar a sendas avenidas entrecruzadas: el cardo (de dirección N_S) y el decumano
(de dirección E_W). En el cruce de ambas se situaría el foro, principal espacio público de la ciudad, y el resto de las
calles se dispondrían paralelas o perpendiculares a las anteriores. En el foro se
erigían los edificios civiles y religiosos más destacados, componiendo en su
conjunto el marco funcional para el desarrollo político y social de la ciudad.
El crecimiento de las ciudades, y en especial de Roma, originó los problemas
característicos de toda gran ciudad: escasez de suelo urbanizable y
especulación del mismo, lo que se tradujo en la aparición de los primeros
edificios en altura (que se contraponían a la tradicional vivienda romana, domus, de planta baja y articulada por
patios), las Insulae y de los
cementerios subterráneos, las catacumbas,
ya durante la expansión del cristianismo.
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