Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Comentario EvAU: El Discóbolo de Mirón.




La imagen que comento a continuación es una representación escultórica exenta o de bulto redondo,  tallada en mármol. En realidad es copia romana sobre un original griego realizado en bronce a la cera perdida.  Por sus rasgos formales es característica de la estatuaria griega de la época clásica, que se desarrolla entre los siglos V y IV aC.
Se trata de una obra abierta y dinámica, concebida todavía para ser vista de frente aunque con una multiplicidad de planos, como corresponde al tema representado, que rompen de esta forma con la rigidez que había dominado durante toda la época arcaica. La imagen nos muestra un atleta en plena competición, en el instante previo a iniciar el giro para lanzar el disco que porta en su mano derecha. El artista ha sabido plasmar con enorme precisión un tiempo sintético, congelado, en el que pasado y futuro confluyen en una secuencia simétrica llamada rythmos, plena de armonía y equilibrio en relación con una visión pitagórica (matemática) del arte. De hecho, la composición es plenamente geométrica y fruto de un concienzudo estudio. Dos grandes arcos de círculo –el que forman los brazos y el que va desde la cabeza hasta la rodilla derecha- se entrecruzan en el centro. Además, un zig-zag ascendente parece fijar el círculo en un equilibrio inestable de gran dinamismo, como corrobora la posición de los pies, que nos invita a girar con la escultura y acentúa su tridimensionalidad.  
La representación del atleta deriva de los antiguos Kuroi de época arcaica y es paradigma del ideal de belleza griego expresado en el cuerpo masculino desnudo y en la plasmación de la anatomía perfecta que se confirmará durante el clasicismo pleno. “El hombre es la medida de todas las cosas” –había proclamado el sofista Protágoras- y la principal referencia del arte.  El modo de expresarlo será a través de un naturalismo idealizado en consonancia con los ideales platónicos de medida y proporción.
La imagen que comentamos es concretamente una reproducción tardía –conservada en el Museo nacional romano- del célebre Discóbolo de Mirón, vaciado en bronce hacia -450. Este escultor es considerado un puente entre la estatuaria severa y el clasicismo pleno, y junto a Policleto y Fidias la culminación de la escultura griega del siglo V aC. Ésta es, sin lugar a dudas, la principal de sus obras y tan original que explicaría la falta de discípulos posteriores.

Se desconoce el propósito de la escultura, quizá para honrar a un atleta en una calle o plaza pública de Atenas, o tal vez pudo formar parte de la serie de figuras de vencedores del pentatlón para el santuario de Delfos, de la que nos habla Plinio. Sea como fuere, el Discóbolo es una obra única en el mundo clásico por su dinamismo y originalidad, y por ello fue muy admirada y comentada en la Antigüedad. Fruto de esta admiración es la gran cantidad de copias romanas que se conservan. Desde entonces se ha insistido en el contraste entre la acción del cuerpo y la inexpresividad del rostro, que algunos autores remiten a una reminiscencia del periodo severo y para otros es sólo el deseo de prescindir de lo anecdótico con el fin de centrar la atención del espectador en el dinamismo corporal.   

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