La imagen que vamos a comentar es
una representación escultórica de bulto redondo, vaciada en bronce. Posee un carácter votivo y
por sus rasgos formales podemos adscribirla al periodo preclásico o estilo
severo de la antigua Grecia característico del primer tercio del siglo V aC.
La obra formaría parte de un
grupo escultórico compuesto por el auriga, que vemos en la imagen, montado
sobre un carro de cuatro caballos y un ayudante –tal vez un esclavo- que los
sujeta. Eso fijaría la obra en su momento y explicaría algunos detalles de la
imagen, que se muestra al espectador todavía un tanto rígida y con una evidente
desproporción de las piernas respecto al resto del cuerpo. A pesar de ello, hay
un esfuerzo más que notable por abandonar la tradición arcaica, que nos sitúa
en el umbral del clasicismo. Compositivamente se advierte el deseo de abandonar
la frontalidad y la simetría tradicionales. El sutil contraposto que dibuja la posición de los pies respecto a la
cabeza, los brazos proyectados hacia el carruaje que rompen el espacio anterior,
el preciso modelado de la túnica de lana –cuyos pliegues verticales han sido
comparados con las acanaladuras de un fuste- y, muy especialmente, el
tratamiento naturalista de la cabeza y las facciones del rostro así lo
atestiguan. Además, se trata de una obra de enorme complejidad técnica, con
distintas partes fundidas por separado, aplicaciones de otros metales, como la
plata de la diadema o el cobre de los labios, e incrustaciones de pasta vítrea
en los ojos.
Nos encontramos ante una estatua
de evidente calidad y muy original, pues se aleja de las representaciones de
atletas derivadas de los Kuroi
arcaicos y tampoco cultiva el desnudo masculino, ni el interés por la anatomía
característicos del periodo. El Auriga de Delfos conmemora la
victoria ecuestre que el príncipe Polizalo de Gela (hermano menor del tirano
Hieron I de Siracusa) alcanzó en los Juegos Píticos de 474 aC., celebrados en
el santuario de Delfos en honor al dios Apolo. El momento representado es el
instante en el que el mozo frena la cuadriga tras atravesar la línea de meta
como vencedor o tal vez el de la lenta procesión ceremonial de la victoria. Sea
cual fuere la situación, el rostro del Auriga demuestra una serena
concentración, expresión del ethos y
la contención del periodo severo, caracterizado por la reflexión y la introspección
del arte tras las Guerras Médicas. Es manifestación de la areté, la virtud, de quien disfruta de la victoria desde la
contención, la nobleza y la dignidad humanas. En este sentido, algunos autores
han significado la esfericidad del cráneo del auriga como algo no gratuito sino
identificativa de la geometrización perfecta, de la excelencia que
caracterizada la estatuaria clásica tendente a la perfección de hombre que ha
de estar regida por el logos, es decir, por la cabeza.
Desconocemos si el personaje
representado es el propio Polizalo o probablemente la figura genérica de un
joven profesional de las carreras. Pero lo cierto es que sus facciones,
trabajadas con un minucioso acabado a cincel, pasan por ser de un maestro o de
un taller excepcionales. Tal vez por ello y por proceder del sur de Italia, sin
más fundamento, se ha relacionado la escultura con el Pitágoras de Regio del
que hablan las fuentes literarias como uno de los más reputados de la primera
mitad del siglo V. Otros autores manejan el nombre de Onatas de Egina u otros...
A este mismo periodo y en este estilo heroico de monumentalidad contenida nos encontramos con obras tan significativas como el Poseidón del cabo Artemisión o las esculturas de los frontones del templo de Zeus en Olimpia.
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