Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

martes, 28 de noviembre de 2017

Comentario EvAU: EL DORÍFORO.


La imagen objeto de comentario es una representación escultórica exenta o de bulto redondo,  tallada en mármol. En realidad es copia romana de un original griego realizado en bronce a la cera perdida.  Por sus rasgos formales es característica de la estatuaria griega de la época clásica, que se desarrolla entre los siglos V y IV aC.
Representa a un atleta desnudo, siguiendo la tradición de los kuroi, portando la lanza –el dory o dorius- sobre el hombro izquierdo y en actitud de caminar lentamente. Se trata de una obra abierta y dinámica, concebida todavía para ser vista de frente aunque con diferentes planos de representación que rompen con la rigidez y simetría predominantes durante la época arcaica. Así, el cuerpo se encuentra en un perfecto equilibrio de opuestos –vivo e inestable- entre las partes más tensas: la pierna de apoyo y el brazo con el que sujeta la jabalina, y las más relajadas, la pierna que inicia la marcha y el brazo que cuelga sobre la cadera. Esta composición dibuja en toda la figura un movimiento contenido y sinuoso, el “contrapposto”, que ejemplifica el ideal de armonía clásico: la serenidad espiritual del ethos y el dinamismo físico de quien pretende hacer del espacio circundante un elemento más de la representación escultórica.  
La representación del atleta es paradigma del ideal de belleza griego expresado en el cuerpo masculino desnudo y en la plasmación de la anatomía perfecta que se confirmará durante el clasicismo pleno. “El hombre es la medida de todas las cosas” –había proclamado el sofista Protágoras- y la principal referencia del arte.  El modo de expresarlo será a través de un naturalismo idealizado en consonancia con los planteamientos platónicos de medida y proporción.
La imagen que comentamos es concretamente una reproducción romana del célebre Doríforo (el portador de lanza) de Policleto, vaciado en bronce hacia -445, antes de que Policleto se trasladase desde su Argos natal hasta Atenas. Junto a Mirón y Fidias, este escultor supone la culminación de la escultura clásica griega del siglo V aC., y ésta es, sin lugar a dudas, su principal obra.
Con el Doríforo, Policleto trató de plasmar la imagen idealizada del hombre a partir de un conjunto de reglas matemáticas que tenían como propósito conseguir la perfecta armonía entre las partes y el todo (symmetria). Para ello escribió un tratado artístico, el Canon, que debía ser ejemplificado mediante la estatua que nos ocupa.  Partiendo de un elemento base, la falange del dedo, construía el resto de las partes del cuerpo de acuerdo con un principio de proporcionalidad matemático. La cabeza, esférica para significar la perfección de la razón (logos), era el elemento que determinaba la altura ideal de la imagen siguiendo una relación de 1 a 7. La obsesión por construir a belleza perfecta llega hasta tal extremo que pueden establecerse criterios geométricos en la solución de muchas de las partes del cuerpo, además de un estudio anatómico tendente a la diartrosis, la exageración antinatural de los músculos del torso.
 Se desconoce el propósito final de la escultura aunque es muy probable que se tratase de una representación de Aquiles destinada a ser expuesta en la propia Argos. Ya en Atenas e influido por el ambiente de la capital del Ática realizará el Diadúmeno, donde mantiene las características anteriores acentuando la suavidad de las formas y el movimiento de la estatua.
En la actualidad se conocen unas setenta réplicas del Doríforo. La que vemos en la fotografía es la conservada en el Museo de Nápoles, una de las que mejor se aproximarían al original griego. Está realizada en mármol de Luni y mide 2,10m. aproximadamente.

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