Imagen
de una arquitectura religiosa, de apariencia centralizada y realizada en
sillería de mármol –a hueso y grapada- siguiendo modelos constructivos
adintelados. Es propia del periodo helenístico del arte griego que se
desarrolla en el Mediterráneo central y oriental desde fines del siglo IV hasta
mediados del II aC.
Como advertimos en la
clasificación, se trata de un edificio sagrado muy singular; elevado por un
crepidoma de triple escalón -sostenido por enorme pódium- sobre el que monta una estoa columnada en forma de U
invertida (de orden jónico con arquitrabe trifacetado, cornisa taqueada y
acróteras en los vértices exteriores de la techumbre) que daría acceso a un
patio abierto donde se dispondría el ara destinada a la llama sagrada. Las dos
alas laterales enmarcan la subida al edificio a través de una gran escalinata
que se derrama por los laterales del edificio con cuatro peldaños hasta
rodearlo por completo.
Esta tipología constructiva
podría tener sus precedentes en los altares de cenizas dedicados a Zeus (como
el de Olimpia) que son
reinterpretados aquí con el sentido teatral y barroquizante propio del
helenismo. Así, la parte esencial del edificio pasa a ser el podio y no la
fachada, como demuestra –además de sus dimensiones- el hecho de desplazar el
friso escultórico a la zona inferior del mismo, donde se representan escenas de
la batalla entre dioses y gigantes. De este modo, se produce un contraste de
espacios muy característico de la época. El exterior, dominado por los poderosos
relieves, es dinámico y exaltado, e implica al espectador en su ascenso al
altar a través del abrazo simbólico que le procura el edificio. El interior es
abierto y espaciado siguiendo el ritmo del peristilo, sosegado y equilibrado,
como expresión de la divinidad triunfante. El orden, que caracteriza la
sensibilidad clásica, ha sido alterado por una poética de extremos. El ethos y la areté pitagórica dan paso al pathos,
subversivo, irreflexivo e inestable de la Grecia helenística.
El Altar de Zeus en Pérgamo fue construido durante el reinado de Eumenes
II a partir de 181 aC. Responde al
monumentalismo y la grandiosidad con que los monarcas de los reinos
alejandrinos dotaron a sus edificaciones, a mayor gloria de su poder y su fama,
tal y como queda reflejado por el relieve de la Gigantomaquia. De forma
terrible se expresa la conmoción cósmica que supuso el enfrentamiento entre la
racionalidad del Olimpo y las fuerzas del caos, identificados respectivamente
con la corte pergámica (los atalos) y sus enemigos (los galos). El edificio
mismo es el escenario de la batalla. Al exterior caótico sucede el interior
ordenado que resulta del final del conflicto. La llama eterna garantiza la
victoria y la paz en la figura del soberano, Eumenes, el nuevo Zeus.
Su planta es un cuadrángulo de 36x34
metros aproximadamente y se encuentra parcialmente reconstruido en el Museo de
Pérgamo en Berlín.
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