LAS VANGUARDIAS. INTRODUCCIÓN: SU SIGNIFICACIÓN, FUNCIÓN SOCIAL DEL ARTISTA Y MERCADO DEL ARTE ACTUAL.
La transición al siglo XX y hasta la Segunda Guerra
Mundial representa una reorientación absoluta de las artes plásticas a través
de un fenómeno conocido tradicionalmente como “las vanguardias”. Desde
diferentes perspectivas se propuso un
cambio radical en la relación entre el arte y la naturaleza, quedando liberado
el primero de la imitación de la segunda. Este hecho suponía romper con un
“modo de visión” y un “ideal de belleza” inventado en la Italia del
Renacimiento, destruyendo a través de los diferentes “ismos” las imágenes
convencionales que el mundo se había dado a sí mismo. El arte tradicional
quedaba reducido a cenizas. La nueva visión del mundo ya no podía ser estática
y eterna, sino fragmentada e inestable: la figuración, que había sido el punto
de referencia inevitable del sistema renacentista –basado en un geometrismo que
intentaba reproducir científicamente la auténtica naturaleza de la realidad-,
carecía de su sentido último dentro de una forma de entender el arte como
expresión de la vida misma, a través de imágenes interiores frecuentemente
indefinibles y abstractas.
Mario de Micheli sitúa la ruptura de las
vanguardias en la nueva concepción del papel del arte y del artista, en la
búsqueda de un nuevo código formal de representación y en una revolución del
color, que se concretan en el tiempo a través de las primeras vanguardias
históricas: el fauvismo, el expresionismo, el cubismo y el futurismo,
frecuentemente relacionadas y que conducirán inevitablemente al horizonte de la
abstracción. Tras la I Guerra Mundial nuevas vanguardias: dadaísmo y surrealismo experimentarán con la propia naturaleza del arte desde supuestos aparentemente absurdos u observados desde el prisma de lo onírico.
Las vanguardias artísticas fueron el final de un camino iniciado desde Emmanuel Kant liberase al arte del encorsetamiento del gusto a principios del siglo XIX, en aras a la libertad plena de la obra de arte y a la emancipación definitiva del artista. El siglo XX les concedió plena autonomía, liberándolos de la dimensión de realidad en la que hasta ahora se habían movido y situándolos en el plano del puro y simple disfrute estético. Este proceso permitió un acercamiento del arte al gran público, aumentando la consideración de los creadores y la demanda de arte, y generó un activo mercado de consumo artístico, más activo de lo que ha sido nunca a lo largo de la historia.
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