Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

lunes, 23 de abril de 2018

UNIDAD 10. LA LLEGADA DE LA MODERNIDAD. DEL NEOCLASICISMO A GOYA.

INTRODUCCIÓN AL ARTE ENTRE LOS SIGLOS XVIII Y XIX.

Al iniciarse la segunda mitad del siglo XVIII, una serie de circunstancias surgidas de las más diversas causas comienzan a propiciar el desarrollo de un nuevo estilo: el neoclasicismo. Junto a la reacción contra el Barroco y el Rococó imperantes, la difusión de las obras de una serie de pensadores como Winckelmann o Laugier, entre otros, así como la nueva filosofía enciclopedista y el hecho innegable de que Roma se convirtiera en el centro neurálgico de artísticas, escritores e intelectuales de todos los países, van a ser factores decisivos para un proceso de revisión de lo clásico de rápida implantación y que tendrá en las instituciones y las academias a sus principales valedores. Por vez primera, tal y como señalaba el propio Winckelmann, iba a existir una asociación entre el arte y las condiciones políticas y sociales de igual a igual. Así, la Razón se convierte también en el principio del hecho artístico y desde ella se reclama el orden y la claridad del arte grecolatino, preferentemente griego, como modelo a imitar y no simplemente a revisar. Este retorno al pasado pretendía no sólo recuperar un cierto paradigma de belleza, sino imitar los ideales morales y políticos que fundamentaron aquella época, irremediablemente idealizada ya. Esta nueva visión del clasicismo, que pasa por el atento análisis de Vitrubio, el redescubrimiento de Pompeya y Herculano, las reproducciones seriadas de los grabados de Piranesi e incluso la pugna entre los partidarios de lo griego o de lo romano, dará sus frutos en nuevos postulados estéticos, acordes con las clases ilustradas. El arte paraba por ser un instrumento docente para el pueblo, al servicio de los valores éticos y morales de los nuevos tiempos, alejados del irracionalismo emocional del Antiguo Régimen. Esta labor “didáctica” conformará el gusto masivo de las sociedades contemporáneas y contra él que reaccionará primero el romanticismo y más adelante la sociedad industrial. La Revolución Francesa de 1789 marcó el final del optimismo ilustrado, incrementado por la guerra y la desolación que inauguró el periodo napoleónico. El arte se hizo eco de esa irracionalidad a través de nuevas categorías como lo monstruoso o lo onírico. En este sentido puede entenderse la aparición de un artista exaltado o visionario que preludia claramente el espíritu romántico. Pintores como Blake y Goya o arquitectos como Boullé o Schinkel reflejan las contradicciones del Neoclasicismo –como las tuvo la Ilustración que degeneró en revolución- que albergaban el germen del romanticismo.


ARQUITECTURA Y URBANISMO NEOCLÁSICOS.

Las primeras críticas hacia la arquitectura barroca se encuentran en los escritos y tratados italianos de mediados del siglo XVIII. Los teóricos manifestaban la necesidad de volver a una arquitectura funcional y soluciones más racionales que terminaran con los abusos ornamentales. En el caso de Italia, muchos intentaron seguir los consejos del pensamiento arquitectónico, pero no pudieron evadirse totalmente del pasado, dando lugar al denominado barroco clasicista. Francia, cuna de la Ilustración, también tomo la iniciativa en esta renovación y desde 1750 aparecieron realizaciones que tienden a una mayor claridad formal y clásica inspirada en modelos romanos y renacentistas. J.F. Soufflot, autor de la iglesia de Sta. Genoveva (convertida en Panteón de Hombres Ilustres durante la Revolución), fue uno de los primeros en conferir a la columna el papel regularizador del orden que tuvo en la Antigüedad. Sin embargo, será a raíz de la Revolución cuando la arquitectura se proyecte según los rígidos y severos cánones del mundo clásico. Para entonces, las estampas de las construcciones grecorromanas de Stuart y Revett, y los estudios de Winckelmann (Reflexiones sobre la imitación del Arte Griego, Historia del Arte de la Antigüedad…) abren la puerta a un arquitectura que copia los edificios grecorromanos. Esta nueva arquitectura fue institucionalizada por Napoleón ya que servía para conmemorar su política expansionista y parangonarla con la Roma Imperial. Se realizaron columnas, como la de la "Grand Armee", arcos de triunfo (Carrusel, Estrella) y nuevas iglesias con el aspecto de un templo griego, como La Magdalena, dentro de un programa de reformas urbanas promovidas por el Emperador. En Munich, Leo von Klenze urbanizó la Königsplatz para Luis I de Baviera, reviviendo un estilo griego de serena armonía en edificios como la Gliptoteca o los Propileos. Pero el arquitecto alemán más destacado fue K.F. Schinkel al compaginar el racionalismo clasicista con proyectos de tendencia neogótica. En España, la evolución hacia una arquitectura más internacional se produce gracias a la llegada del barroco clasicista de los italianos: Juvarra, Sacchetti y Bonavía. En España destaca la figura de Ventura Rodríguez, un arquitecto que debe incluirse en la tendencia de los anteriores, evolucionando hacia una mayor sobriedad en la fachada de la catedral de Pamplona. La actividad arquitectónica y urbanística más importante del siglo XVIII corresponde al reinado de Carlos III. El monarca promueve una política de mejoras de la capital en la que intervienen F. Sabatini, arquitecto de la Puerta de Alcalá, y Juan de Villanueva. Este último es la gran figura del neoclasicismo español. Entre sus obras destacan el Museo del Prado y el Observatorio Nacional, de gran racionalismo y pureza en las que prima la claridad y desornamentación.


ESCULTURA NEOCLÁSICA. CANOVA.

Los escritos de Winckelmann y especialmente el texto de Laocoonte de Lessing, propiciaron un nuevo sentido plástico en la escultura, basado en la exclusiva imitación de la estatuaria grecorromana, en el retorno a una belleza ideal, desapasionada y marmórea. Tiene su epicentro en Roma, donde residieron los dos máximos representantes: Antonio Canova y Bertel Thorwaldsen. Ambos buscaron su ideal en las esculturas de la Antigüedad e imprimieron una rigidez y una corrección académica que les llevó a conseguir un perfecto dominio de la técnica.
Antonio Canova evoluciona desde la suavidad tardobarroca de su Amor y Psique hacia una mayor austeridad inspirada en modelos romanos. En 1802 pasa al servicio de Napoleón y le retrata como un personaje del panteón romano, mientras que a Paulina Bonaparte la caracteriza como a una Venus recostada y semidesnuda.

PINTURA NEOCLÁSICA. DAVID.

A diferencia de arquitectos y escultores, los pintores no disponían de modelos clásicos a los que imitar, encontrando inspiración en los relieves. De ellos aprendieron la anatomía y el modelado del cuerpo, así como el dominio absoluto del dibujo. El resultado es una pintura en la que predomina la forma sobre el colorido y cuyos contenidos reflejan la ideología política del momento a través de los temas solemnes y ejemplares del mundo antiguo .J.L. David fue la máxima figura de la pintura neoclásica y un artista comprometido con los acontecimientos sociales que le tocó vivir. Su primera obra maestra, El Juramento de los Horacios, es una obra de rigurosa composición, calculada y fría, con un tema heroico extraído de la historia de la Roma republicana, con el que la monarquía francesa quería ensalzar la moral pública. Pero David será el artista oficial de la Revolución, encargado de glorificar la nueva república y sus mártires, como en La muerte de Marat, o de conciliar las diferentes posturas revolucionarias, en El Rapto de las Sabinas. Con Napoleón se convierte en pintor de cámara e inicia una etapa encaminada a consagrar la figura del emperador como un nuevo héroe: La Consagración del Emperador en Notre Dame.


LA PINTURA NEOCLÁSICA ESPAÑOLA. GOYA.

Asume características similares a las del resto de países europeos, tan sólo alterada por la personalidad de Goya. La nueva dinastía borbónica promociona la venida de artistas extranjeros, lo que marcará la pintura del fin de siglo. Así, Tiépolo: Rococó, influye en los hermanos González Velázquez; Mengs, marca la pauta de un clasicismo españolizado en pintores como los hermanos Bayeu y Mariano Salvador Maella. La Academia de San Fernando favorecerá también un clasicismo puro; José Aparicio y José de Madrazo fueron discípulos de David, iniciando la pintura de historia del s. XIX.

Goya. Vida y Obra. Nace en Fuendetodos (Zaragoza). Comienza a pintar en el taller del pintor zaragozano José Lujan en estilo todavía barroco. Opta a los premios de la Academia de San Fernando, es rechazado. Viaja a Italia (Parma) donde conoce a Giaquinto y el ambiente de transición del Rococó al Neoclasicismo. Aprende la técnica del fresco, lo que le permite en 1771 -tras su regreso a Zaragoza- pintar una bóveda para el Pilar y varios cuadros para el Aula Dei. Contrae matrimonio con la hermana de Francisco Bayeu, pintor de cámara de la corte de Madrid , lo que le faculta el acceso a los talleres reales, donde trabaja como cartonista de tapices en los que saca a relucir la frescura de los temas populares, todavía algo rococós: La gallinita ciega. Estos trabajos le proporcionan sus primeros éxitos, la amistad con la nobleza y cierto prestigio como retratista. En 1780 ingresa en la Academia de San Fernando y vuelve a Zaragoza para pintar el Pilar junto a sus cuñados (Francisco y Ramón). Tras desavenencias entre ellos vuelve a Madrid y realiza importantes retratos en los que se preocupa por la expresión psicológica: Retratos de los Alba y los Osuna. En 1789 es nombrado pintor de cámara, realizando una serie de retratos de la familia real.

En 1793 se produce la PRIMERA CRISIS, grave enfermedad: sordera: un cierto pesimismo invade su producción pictórica y como grabador: "Los caprichos" (1793-99), a través de los cuales se recrea en el espíritu de los hombres, realizando una sátira violenta de un mundo sobre el que veía extenderse progresivamente la noche, la locura y la muerte, elementos en los que el escritor Edmund Burke situaba el sentimiento de lo sublime. Su labor retratista no disminuye, sino que alcanza mayor madurez: "Retrato de Fco. Bayeu", Las majas...La crisis está superada como demuestran dos de sus mejores obras del momento: "la bóveda de San Antonio de la Florida" (1798), caracterizada por su naturalismo, picardía, sus pinceladas expresionistas y su luz impresionista; y "El retrato de la familia de Carlos IV" (1799-1800), auténtico documento histórico, definido por el estudio psicológico de los personajes.
En 1808 se produce la SEGUNDA CRISIS, consecuencia de la Guerra de Independencia. Visión horrorizada y desesperada, testimoniada en la serie de grabados "Los desastres de la Guerra" y en los cuadros "Los fusilamientos de la Moncloa", "Los mamelucos" o "El Dos de mayo" (1814), de intensidad expresiva absolutamente moderna .Terminada la Guerra, vuelve a ser pintor de Cámara de Fernando VII, demostrando una pincelada más sintética y expresiva: retratos crueles del rey. Inmortaliza la fiesta de los toros en la serie de grabados "La tauromaquia" (1815), pero la inclinación hacia lo macabro lo domina: pinturas negras de la Quinta del Sordo: pesimismo desesperado, en obras de pincelada gruesa y larga. Posteriormente realiza la serie de grabados "Los disparates", obras personalísimas que anuncian el surrealismo.Abandonado por sus amigos, se establece en Burdeos, donde realiza obras de gran impresionismo. "La lechera de Burdeos" y aprende la técnica litográfica que plasma en escenas taurinas. Muere en 1828.
Goya es un artista de evolución lenta, que participa de lo rococó y lo neoclásico, pero que anuncia en sus últimos años la pintura contemporánea: técnica impresionista, expresionismo deformador de la realidad. Sus "maestros", según él, fueron Velázquez (retrato psicológico), Rembrandt (espiritualidad) y la naturaleza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.