Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

martes, 10 de abril de 2018

LA ESCULTURA BARROCA EN ESPAÑA


La imaginería española.

Mientras en Italia y Francia se desarrolla una escultura inspirada en Gian Lorenzo Bernini, realizada principalmente en materiales nobles como el mármol y el bronce, con amplio uso de la mitología y la alegoría, en nuestro país predomina una escultura en madera policromada de tradición manierista que tiene sus antecedentes en autores de la importancia de Alonso de Berruguete y Juan de Juni. Su temática es esencialmente religiosa (IMAGINERÍA), procurando acercarse a la iconografía contrarreformista propuesta por el Concilio de Trento, cuya finalidad consistía en despertar la sensibilidad del creyente para que sienta las imágenes como elementos integrantes de su vida cotidiana. La costumbre de sacar las imágenes en procesión determina la creación de un tipo de escultura procesional de carácter narrativo y exento, muy popular y abundante desde el siglo XVII y después. El deseo de realidad en estas imágenes obliga a renunciar progresivamente al estofado, que es sustituido paulatinamente por una vistosa policromía y elementos postizos: ojos de cristal, pelo, lágrimas de cera, etc. Al menos en un primer momento, predomina el interés naturalista sobre el dinamismo y la teatralidad italianos.
En el desarrollo de los principales centros de actividad de la escultura barroca intervino el protagonismo de ciertos artistas que irradiaron su influencia por determinadas regiones de nuestro país. A comienzos del siglo XVII se pueden señalar dos focos: Castilla, con Valladolid como epicentro y personificado en la figura de Gregorio Hernández, y Andalucía, con Sevilla y Juan Martínez Montañés. A mediados del siglo, el escenario andaluz se amplía a Granada con Alonso Cano, discípulo de Montañés, y a Málaga con Pedro de Mena, discípulo de Cano. Durante el siglo XVIII surge un nuevo punto de interés en Murcia gracias a la familia Salzillo.
Gregorio Hernández. Aunque nacido en Galicia, se establece en Valladolid atraído por el establecimiento de la Corte en la capital vallisoletana durante el reinado de Felipe III, lo que le procuraba un aumento de la clientela, y por el sobrio fervor religioso de la sociedad castellana. Formalmente trabaja sobre todo la madera, concediendo especial importancia al tratamiento anatómico de sus personajes, así como a los efectos de dolor y patetismo que consigue mediante un naturalismo extremo y una profusión de detalles en sus imágenes. Sobresalen las distintas versiones de Cristo: ecce homo, Cristo yacente, Cristo atado a la columna…, y sus populares Inmaculadas, Piedades, Santa Teresas que se repiten en su taller e incluso después de muerto.
Juan  Martínez Montañés. Frente al patetismo de lo castellano, representa la serenidad y el clasicismo que entronca con la tradición renacentista en el tratamiento de las anatomías o en la utilización del contraposto. Sus imágenes, aun las pasionales, destacan por su dulzura y delicadeza, como por ejemplo el Cristo de la Clemencia o sus Inmaculadas. Sus numerosos discípulos evolucionan a partir de su estilo en diversas direcciones. Alonso Cano, en Granada, recoge la influencia de lo sevillano, dotando a sus esculturas de una belleza serena ideal, muy delicada y que huye de cualquier dramatismo. Frente a él, Pedro de Mena, en Málaga, aporta una expresión contenida, un tanto teatral, en sus imágenes.
A comienzos del XVIII la ciudad de Murcia conoce una etapa de abundancia económica debido principalmente al comercio de la seda. En este contexto se termina la fachada de la catedral, se realizan numerosas iglesias y aparece la figura de Francisco Salzillo, como continuador de la tradición imaginera en el marco de un siglo de profunda crisis creativa. Su estilo es muy personal, dulcificando los modelos del XVII e introduciendo aspectos de procedencia italiana de la mano de su padre Nicolás Salzillo, escultor napolitano, que lo sitúan a caballo entre el Barroco y el Rococó. Buenos ejemplos de su obra son sus pasos procesionales, como la Oración del Huerto o la Santa Cena, y su célebre belén, que sigue los modelos del  sur de Italia. Fue creador de un importante taller de gran influencia en el sureste español donde sobresalen las figuras de Roque y José López.

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