Como en el resto del arte
barroco, pero con más intensidad si cabe, la pintura estará caracterizada por
el desarrollo político de los estados, lo que contribuye a la creación de
escuelas nacionales y la reacción contrarreformista frente a las formas intelectualizadas
y antinaturalistas del manierismo. Todo ello se concreta en dos direcciones
fundamentales en la pintura: el naturalismo y el clasicismo, ambas de origen
italiano y que evolucionan de forma diferente en cada uno de los países
atendiendo a sus propias características políticas, económicas y religiosas:
- En Italia, la línea naturalista, opuesta al intelectualismo
manierista, está representada por Michelángelo
Merisi di Caravaggio, que
insiste en la realidad temática a partir de la utilización de modelos
callejeros, en la personificación de las imágenes religiosas y en la
utilización de la técnica tenebrista de gran influencia posterior. El
tenebrismo presenta los personajes y los objetos sobre un fondo oscuro,
destacándolos mediante una iluminación focal y violenta que hace destacar sus
rasgos y gestos más significativos; ignora el paisaje, pero valora enormemente
la naturaleza muerta. Sus obras maestras son grandes cuadros religiosos en los
que la vulgaridad voluntaria de los modelos no quita grandeza y emoción en las
composiciones. Así, la Conversión de San
Pablo, la Vocación de San Mateo o
la Dormición de la Virgen. La línea
clasicista, acorde con los ambientes burgueses boloñeses, se preocupa más por
la composición que por la realidad: los
Carracci. Una tercera vía, más decorativa y aplicada a la cubrición de los
muros, influirá en los ambientes cortesanos: Pietro da Cortona.
- En Francia, el
naturalismo caravaggista está representado por Georges de la Tour, quien desarrolla un estilo personal, más
geométrico y de extraordinario valor lumínico. El clasicismo adquiere su máxima
expresión en las figuras del “sereno y mitológico” Nicolás Poussin y de Claudio
Lorena, cuyas escenas alegóricas y bíblicas influirán en el romanticismo y
el impresionismo. Una tercera línea está representada por la Academia de
Versalles y los retratistas, al amparo de la Corte; influirán enormemente en el
resto de las casas europeas, elevarán la condición social de los artistas y
crearán una fórmula estética al servicio de los monarcas: Felipe de Champagne.
- En Flandes, la sociedad católico-aristocrática se decanta
hacia obras de gran formato y elevada solemnidad, tanto religiosas como
mitológicas; lienzos de altar las primeras y para la decoración palaciega las
segundas. El retrato tiene también un carácter aparatoso y solemne, para dar
idea de la posición social elevada del representado. Pedro Pablo Rubens es el pintor barroco por excelencia,
caracterizado por el dinamismo, la vitalidad y exuberancia de sus obras. Su
colorido es cálido, aprendido de Tiziano, y sus composiciones se ordenan
frecuentemente sobre un esquema diagonal que les presta una sensación de
movimiento prolongado. Sus cuerpos, carnosos y sensuales contribuyen a
concretar este ritmo turbulento y exagerado. Incluso en el paisaje, heredero de
lo veneciano, comunica a la naturaleza el mismo impulso dinámico. Rubens abarco
con maestría todos los géneros. Como pintor religioso repite series de
espectacularidad extraordinaria al servicio de la nueva Iglesia triunfante (Adoración de los Reyes…). Como pintor
histórico y mitológico, interpreta con gran sensualidad y efectismo los temas (Las tres gracias). Como retratista,
creará un tipo cortesano en el que destaca la altivez de los personajes sin
desdeñar el aspecto psicológico (Retrato
del Duque de Lerma). Tendrá una influencia enorme en toda Europa e
Hispanoamérica. En ocasiones a través de discípulos como van Dyck (gran retratista, recoge el espíritu refinado y selecto
del maestro al servicio de la corte inglesa) y Jordaens (cultiva escenas populares y de género).
- En Holanda, se desarrolla una pintura muy diversa cuyo nuevo
mecenas es la rica burguesía comercial y mercantilista abierta a las modas y
gustos populares. La influencia del caravaggismo llega a los Países Bajos a
través de los pintores de Utrecht a principios del siglo XVII, pero tamizada
por la sencillez y contención del carácter nórdico y aplicada a temas
cotidianos: animales, interiores, retratos corporativos, bodegones.... Desde
mediados del siglo, la influencia flamenca va introduciendo una cierta
aparatosidad y virtuosismo de la que participan los tres grandes autores de
esta escuela. Hals (retratista de
técnica libre, antecedente de la pintura del s. XIX), Veermer (maestro de género, que expresa la vida burguesa de la
época) y, especialmente, Rembrandt van
Rijn, quien cultiva un tenebrismo muy peculiar, de pincelada suelta, muy
expresivo y de una modernidad e influencia posterior enorme. Cultivó todos los
géneros, desde el bíblico, el paisaje, el bodegón o los retratos de grupo,
concebidos como complejas composiciones de una naturaleza compleja y misteriosa
donde se mezclan lo matérico, lo atmosférico y el sentido dramático que caracteriza
obras maestras como La ronda nocturna,
El síndico de los pañeros, La lección de anatomía o El buey desollado. De sus discípulos, el
más interesante es Ferdinand Bol,
pero su estilo permaneció vigente en Holanda hasta finales del siglo XVIII.
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