Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

viernes, 23 de marzo de 2018

EVOLUCIÓN DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA ITALIANA: BRUNELLESCHI, ALBERTI, MIGUEL ÁNGEL Y PALLADIO.

Durante el quattrocento se a cabo una renovación del lenguaje constructivo mediante la purificación meticulosa y austera del repertorio decorativo del medievo italiano –lo que suponía de manera casi inconsciente un acercamiento a lo clásico- y la relación matemática de las proporciones constructivas que constituía un nuevo orden vitrubiano a principios del siglo XV.
La primera generación de arquitectos, esencialmente experimental, está representada por el florentino Filippo Brunelleschi, el primero de los genios multiformes del Renacimiento y a quien debemos el descubrimiento de la perspectiva geométrica (la caja de Brunelleschi). Su obra más representativa, la cúpula de Sta. María de las Flores (catedral de Florencia, entre 1420-36), es considerada como el punto de partida de la arquitectura renacentista por su genialidad técnica, a la altura del Panteón de Roma. Otras obras destacables son: El Hospital de los Inocentes (1419), las iglesias de San Lorenzo (1421) y el Santo Espíritu (1436), inspiradas en la tradición tardorromana, y la capilla de los Pazzi (1429), ejemplo de planta centralizada cubierto por cúpula en el que emplea la proporción clásica al modo griego. Sucesor de los principios brunellesquianos es Michelozzo di Bartolomeo al que debemos entre otras obras la biblioteca del Convento de San Marcos y el Palacio Médici-Riccardi, ejemplo del palacio renacentista florentino.
Una segunda generación estaría encabezada por León Baptista Alberti, quien representa la vertiente teórica de la arquitectura renacentista. En su tratado De re aedificatoria (sobre la arquitectura), Alberti no sólo retomó el espíritu de Vitrubio sino que propuso una nueva arquitectura basada en su relación con el hombre y la naturaleza mediante un criterio racional, apoyado en los modelos romanos pero individualizados por el nuevo ideal humanista. Plasmó sus teorías en algunos edificios como el templo Malatestiano en Rímini (1450), donde se aplica por vez primera la fachada en arco de triunfo sobre un edificio religioso, las iglesias de San Sebastián (1460) y San Andrés en Mantua (1470), ejemplo de iglesia de una sola nave en cruz latina, o el Palacio Rucellai en Florencia (1455-56), en el que retoma la fórmula clásica de la superposición de órdenes. Durante la segunda mitad del siglo, el estilo se extiende por la Toscana gracias a las aportaciones de arquitectos como Bernando Rosellino, quien llevó a cabo la urbanización de Pienza para el papa Pio II Picolomini, o Guiliano da Maiano, constructor de la catedral de Faenza. A fines del siglo otros arquitectos, caso de Francesco di Giorgio y Giuliano da Sangallo, plasmarán en sus tratados o fábricas una arquitectura de tendencia monumental que preludia el clasicismo: iglesia de la Madonna del Calcinaio en Cortona (1484) y la iglesia de Sta. Mª in Carcere en Prato (1484), respectivamente. 

La arquitectura del cinquecento sistematiza los modelos arquitectónicos del siglo anterior, generalizándose la identificación de los valores humanos con el arte. Encontramos dos momentos diferenciados:

a) La arquitectura clasicista. Supone la renuncia definitiva al ornamento arquitectónico y la exaltación de lo constructivo como valor plástico en sí mismo. El arquitecto que da el salto cualitativo hacia la depuración del estilo es Donato Bramante: “el primero en sacar la luz excelente y hermosa de la arquitectura que había permanecido oculta desde la Antigüedad”, diría de él Palladio. Aunque formado en Milán bajo el patronazgo de los Sforza, desarrollará gran parte de su actividad en la Roma de Julio II, convirtiéndola en nueva capital del Renacimiento. Entre sus obras romanas más significativas se encuentran el claustro de Sta. Mª della Pace (1500), el templete de San Pietro in Montorio (1502) –construido bajo patronazgo de los Reyes Católicos, aúna los ejemplos conmemorativos clásicos, siguiendo el modelo tholos, con el cristianismo humanista libre de los prejuicios de la Antigüedad-, el patio del Belvedere en los palacios vaticanos (1505) y el proyecto para la nueva basílica de San Pedro (1506), donde culmina el tipo de planta centrada con cúpula, símbolos al tiempo de una nueva religiosidad y, del equilibrio y perfección clásicos. El proyecto bramantino, modificado por sus sucesores, tendría continuidad en las obras de la iglesia de la Consolación de Todi (1508), atribuida a Cola di Caprarola, y la iglesia de la Madonna in Biagio en Montepulciano (1519), obra de Antonio Sangallo el Viejo.

b) La arquitectura manierista. Es fruto de la sustitución de la serenidad clásica por efectos de digresión: tensión, emoción, sorpresa… mediante la transgresión de los elementos clásicos a través de unos lenguajes arbitrarios e individuales propuestos por los propios artistas. Así, los valores estructurales se modifican por otros estrictamente decorativos, lo que hace necesario su expresión a través de tratados arquitectónicos. El lenguaje clásico, adulterado “a la maniera” del propio creador se convirtió en el vocabulario habitual del Renacimiento europeo y posibilitó la evolución posterior hacia el Barroco. Miguel Ángel Buonarotti es el primero de los artistas/arquitectos del manierismo. Al intentar sintetizar en sus obras la totalidad de las artes a partir del pensamiento neoplatónico y mediante el dinamismo de las formas, la expresión decorativa de los elementos y el nuevo sentido creador de la naturaleza, plantea una nueva realidad teatral, fruto de su propia individualidad estética. En Florencia realiza el diseño para la fachada de la iglesia de San Lorenzo (1520), la Sacristía Nueva de la misma (1520) y la Biblioteca Laurenziana (1521-26), verdadero ejemplo de la expresividad manierista; en Roma, finaliza el palacio Farnesio, rediseña la plaza del Capitolio y continúa la construcción de la basílica de San Pedro. En la iglesia vaticana retoma el modelo centralizado de Bramante pero sintetizando las formas del nuevo estilo y la aplicación libre de los elementos constructivos y del lenguaje clásico del Panteón (primacía de la cúpula), del Coliseo (gusto por la ordenación en fachada) o de las termas de Caracalla (enormes bóvedas de cubrición). Giacomo Barozzi, “il Vignola”, discípulo del anterior, es el encargado de adaptar el espíritu de aquél a las nuevas circunstancias de la Contrarreforma. Quedará plasmado en su tratado Régola delle cinque ordini (1562), que se convertirá en la ejecutoria a seguir para lograr ”las proporciones más maravillosas y agradables a la vista”, al tiempo que en la orientación definitiva sobre la moderna arquitectura para buena parte de los países europeos. Vignola proyectó el nuevo modelo de iglesia inspirado por las ideas pastorales contrarreformistas y el espíritu de las nuevas órdenes religiosas: la iglesia del Gesú en Roma (1567), rematada por su discípulo Giacomo della Porta. Junto a Vignola, aparecen en este momento otros tratadistas como Sebastiano Serlio (Todas las obras de arquitectura y perspectiva, 1537) y Andrea Palladio (Diez Libros de Arquitectura, 1570), que ejercieron una gran influencia en tanto que transformaban los principios doctrinales heredados de la recuperación de los textos de Vitrubio y de la observación arqueológica en normas concretas para la construcción. Es especialmente importante la labor constructiva de este último, quien desarrolló una arquitectura monumentalista de enorme influencia en el barroco inglés conocida como Neopalladianismo. Entre sus construcciones religiosas destacan las iglesias venecianas de San Giorgio Maggiore (1565) y el Redentor (1576); entre las civiles, la Basílica de Vicenza. Especial significación tienen sus numerosas villas de recreo en torno a su ciudad natal, Vicenza, entre las que destaca la villa Capra (La Rotonda), de enorme influencia en la arquitectura neoclásica.

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