Ha llegado a ser evidente que nada en arte es evidente.
T. Adorno.

domingo, 28 de enero de 2018

Unidad 5: EL ARTE EN LA PLENA EDAD MEDIA: EL ROMÁNICO.



CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA ARQUITECTURA ROMÁNICA.

El románico no aportó ningún elemento constructivo original: el arco de medio punto, la bóveda de cañón y la de arista, el pilar, la columna, los sistemas de contrafuerte, etc., fueron elementos originarios de la arquitectura romana o adoptados por ésta de la de Oriente Medio, que posteriormente aparecieron en ensayos aislados en muchos ejemplos prerrománicos de los siglos VIII al X. Sin embargo, sí hubo una preocupación nueva en los arquitectos del siglo XI con respecto a sus predecesores: conseguir que las construcciones tuviesen una mayor armonía, grandiosidad y solidez, al tiempo que dotarlas de una mayor espiritualidad. La iglesia y el monasterio se convirtieron en los edificios más emblemáticos del estilo.
Este objetivo, constructivo y simbólico al tiempo, repercutió en el sistema de cubrición, al sustituirse con frecuencia las techumbres de madera por la combinación de bóvedas de piedra sobre gruesos muros y pilares con columnas adosadas (cuyos capiteles servían para recrear paraísos o introducir a los fieles en la temática bíblica). Por ello, el primer rasgo que caracteriza la arquitectura románica es el predominio del muro sobre el vano. Las pequeñas y escasas ventanas de los templos creaban unos interiores de luz tenue que incitaban al recogimiento espiritual. Estas iglesias abovedadas de gruesos muros de sillares de piedra responden, en general, a unas características bastante uniformes:

- La planta es casi siempre basilical, según un esquema de cruz latina, inscrita o no, de varias naves longitudinales, más ancha y alta la central para abrir vanos de iluminación o situar tribunas. Las naves se separan de la cabecera por un transepto, una nave transversal al eje de la iglesia que puede seguir también un esquema basilical. Cuenta en la cabecera con uno o varios ábsides semicirculares en correspondencia con el número de naves. En algunos casos, las naves laterales rodean el altar, formando un deambulatorio al cual pueden abrirse pequeñas capillas radiales o absidiolos, que a veces se trasladan también al muro oriental del transepto.
- La cubierta predominante es la bóveda de cañón, sobre todo en la nave central, que se refuerza con arcos fajones (perpiaños) sobre los pilares. Las naves laterales suelen cubrirse con bóvedas de arista, mientras el crucero (entrecruzamiento entre la naves central y el transepto) se destaca con una cúpula sobre trompas – y, en menor medida, sobre pechinas- que suele traducirse al exterior en una torre o cimborrio, contrastando con los campanarios de fachada.
- El soporte principal es el pilar. En ocasiones se alterna con columnas o bien éstas se adosan a aquellos, sin ningún criterio proporcional, con el fin de enlazar el apoyo de los arcos: formeros (paralelos al eje del templo) o perpiaños (transversales). Los contrafuertes adosados al muro exterior se encargan de equilibrar los empujes de las bóvedas.En realidad, las construcciones románicas seguían las premisas agustinas del arte paleocristiano. Los edificios debían basarse en una proporción racional de sus partes y la iglesia se concebía como un camino de salvación dotado de un enorme simbolismo moralizante, al que contribuían también las decoraciones escultóricas y pictóricas. Se trataba pues de una conjunción nueva de ideas y de elementos arquitectónicos ya conocidos, que fueron ensayados durante el prerrománico y que ahora se presentan con gran conexión, consiguiendo una unidad espacial interior y una volumetría exterior absolutamente novedosas.

El esplendor de los monasterios.

Entre las órdenes monásticas, fueron los benedictinos quienes tuvieron mayor protagonismo en el desarrollo de la arquitectura románica al establecer un prototipo de iglesia y codificar definitivamente la tipología del monasterio (iniciada en época carolingia en la abadía de Saint Gall).La preponderancia de esta orden se remonta al siglo X, a raíz de la donación a la misma, por parte del duque de Aquitania, de un extenso territorio en Borgoña libre de impuestos y control laicos. Allí surgió el monasterio de Cluny que tras varias fases constructivas alcanza su modelo más significativo en la tercera, proyectada hacia 1085: iglesia de cinco naves precedida de pórtico, dos cruceros con capillas adosadas y deambulatorio con capillas radiales. La multiplicación de los altares responde a las propias necesidades litúrgicas dentro del gran movimiento de reforma monástica que imponía a los monjes el silencio, la meditación y el continuo culto a Dios. El alzado de la iglesia disponía de tribunas sobre las naves laterales destinadas a los numerosos fieles y todo el conjunto se abovedaba en piedra, contribuyendo a la solidez del edificio y facilitando las condiciones acústicas del canto gregoriano. En uno de los laterales se adosaba el claustro, en torno al cual se distribuían las dependencias monásticas: refectorio, sala capitular, celdas, etc., configurando un ambiente arquitectónico funcional y autosuficiente.El monasterio se convierte así en una de las manifestaciones claves de la arquitectura románica. Y, dependiendo de la abadía madre de Cluny, estos rasgos se difundieron por toda Europa a través de la fundación de nuevos monasterios como los de Moissac (Francia) o Santo Domingo de Silos (Burgos).

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