LA ARQUITECTURA DE LOS NUEVOS MATERIALES. DEL ECLECTICISMO AL MODERNISMO. NACIMIENTO DEL URBANISMO MODERNO.
A lo largo del siglo
XIX las innovaciones tecnológicas producto de la Revolución industrial
desarrollaron las técnicas de construcción en hierro, cristal y cemento; al
tiempo, el Romanticismo posibilitó un
“revival” de las fórmulas decorativas tradicionales a través de un historicismo
estético supeditado cada vez con más frecuencia a la función. De la fusión de
ambos aspectos surgió la arquitectura moderna, vinculada a un
modelo social urbano, populista y racional.
HISTORICISMO Y ECLECTICISMO.
El siglo XIX fue
testigo del desarrollo del curioso fenómeno del historicismo, basado en la
recuperación formal, que no estructural, de las corrientes estilísticas de
otras épocas. Además de formas neoárabes, neobarrocas, neorrománicas o
neobizantinas, asociadas generalmente a sus países de origen, destacó muy
especialmente el neogótico –emparentado con la literatura romántica- cuyos
autores afrontaron la restauración de
algunos edificios, como Notre-Dame de
París por Viollet-Le –Duc, o construyeron otros emblemáticos como el conjunto
del Parlamento británico, obra de Barry y Pugin. Notables fueron asimismo las
variantes exóticas, como el llamado neogótico indio, del que el Pabellón Real de Brighton, obra de John
Nash, constituye el ejemplo más característico. Con el tiempo, las diferentes versiones del historicismo fueron fusionándose en obras de gusto ecléctico en las que los arquitectos experimentaban con distintas formas decorativas en un mismo edificio al amparo de las nuevas posibilidades espaciales que les permitían los nuevos materiales.
EL DESARROLLO DE LA
INGENIERÍA. LOS NUEVOS MATERIALES.
La Revolución
Industrial y la modificación en los hábitos sociales que llevó aparejada,
planteó una serie de desafíos arquitectónicos derivados de la necesidad de
construir estaciones de ferrocarril, fábricas, almacenes y miles de nuevas
viviendas, como consecuencia de la rápida expansión de las ciudades. La
creación de una nueva tecnología industrial y el uso generalizado de nuevos
materiales constituyeron la base para la expansión de la ingeniería que tuvo
como escaparate las Exposiciones Universales que desde 1850 compilaban los
avances tecnológicos en los más diversos campos. El Crystal Palace de John Paxton, para la primera de estas
exposiciones celebrada en Londres, y la Torre
Eiffel, con motivo de la que en 1889 tuvo lugar en París, simbolizaban las
premisas de la nueva arquitectura: simplicidad formal, rapidez en la ejecución y
economía de medios.
La Escuela de Chicago.
Supone la culminación
de la nueva tecnología aplicada a la construcción. Tras el incendio que
destruyó buena parte de la ciudad en 1871, un grupo de arquitectos, entre los
que cabe destacar a Henry H. Richardson y Louis Henry Sullivan diseñaron un
gran número de construcciones de hierro, hormigón y cristal, entre los que se
encuentran los primeros rascacielos, símbolo de las megalópolis industriales y
manifestación de una nueva estética arquitectónica más práctica y funcional. "La forma sigue a la función. Esta es la ley" había escrito Sullivan en un artículo sobre arquitectura en 1896.
EL MODERNISMO
ARQUITECTÓNICO.
Como reacción de
rechazo hacia corrientes historicistas se desarrolló en distintos países
europeos un movimiento orientado a la valoración de “lo moderno”, “lo libre” y
“lo creativo”. Con rasgos identificativos, como la sofisticación, la valoración
de las artes decorativas y el diseño, y cierta preferencia por la irregularidad
y las líneas curvas o el geometrismo a ultranza, el movimiento adoptó la
denominación genérica de “modernismo”, pero presentó variantes nacionales
específicas también en lo terminológico: Art
Nouveau, en Francia; Jugendstil,
en Alemania; o Liberty, en Italia.
Cuatro fueron los
principales centros de la arquitectura modernista: Bruselas, Glasgow, Viena y
Barcelona, asociados a otros tantos arquitectos: Víctor Horta, autor de un
modernismo decorativo y sinuoso, como el de la Casa Tassel; Charles Rennie Mackintosh, cuyos diseños funcionales y
geométricos están próximos a los de la nueva Chicago, como la Escuela de Artes de Glasgow; Otto
Wagner, arquitecto de un estructuralismo racional no exento de la suntuosidad
decorativa del estilo, como refleja el Edificio
Postal de Viena; y Antonio Gaudí, autor de edificios de fuerte personalidad
e intuición naturalista, como el Palacio
y el Parque Güell, las Casas Batlló y
Milá, o el inconcluso templo de la Sagrada
Familia.
EL DESARROLLO DEL
URBANISMO DECIMONÓNICO.
El rápido crecimiento
de la población urbana en la segunda mitad del siglo XIX obligó a las
autoridades de los países desarrollados a plantear la reforma de la estructura
global de las ciudades, dando así nacimiento al urbanismo moderno como rama
complementaria de la arquitectura. Este planteamiento debía tener en cuenta,
como principales condicionantes, los siguientes aspectos:
-
Los
nuevos modelos de producción económica.
-
El
desarrollo del transporte autopropulsado.
-
La
facilitación de las comunicaciones.
-
El
control sanitario a través de redes de alcantarillado.
-
El
control de las calles por parte de las fuerzas del orden.
-
Los
nuevos espacios para nuevas funciones: parques, jardines, cementerios, etc.
En este contexto cabe
citar como primeras grandes figuras del urbanismo a Georges Haussmann, prefecto
de París, creador del monumental proyecto de restructuración del París del
Segundo Imperio. Y a Ildefonso Cerdá, ingeniero español autor del Plan de Ensanche y Reforma de Barcelona,
emprendido en 1859.
A fines del siglo XIX y
en un intento por conciliar naturaleza, tecnología y ciudad surgirán proyectos
muy originales y de gran influencia posterior, como la Ciudad Jardín de Howard y la Ciudad
Lineal de Arturo Soria.
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