El carácter utilitario de la arquitectura romana y el modelo de vida de los ciudadanos de Roma se tradujo en la proliferación de tipologías arquitectónicas hasta entonces desconocidas que enriquecían la idea de participar de unas costumbres comunes y afianzaban el sentido de pertenencia a un Estado. También en esto los romanos adoptaron una postura sincrética participando de las influencias de los territorios conquistados y adaptándolas a sus especiales circunstancias. Así, encontramos todos tipo de edificios públicos y privados, civiles, religiosos y funerarios; obras de ingeniería, para espectáculos, para el ocio, la administración o conmemorativos. Se puede decir que fueron los primeros en dotar de un espacio propio a las principales actividades humanas, creando modelos que han sobrevivido hasta la actualidad. Para ello, no dudaron en regularizar la función y el oficio del arquitecto, y no solo de la arquitectura, a través de tratados, como el de Vitrubio, que iban un paso más allá de un simple orden entendido como un sencillo conjunto de elementos decorativos combinados con un cierto sentido normativo.
3.1.1. Las obras de
ingeniería.
Conocen
en Roma un enorme desarrollo, debido a sus condicionantes políticos,
territoriales e incluso sociales. A los romanos se debe la creación de una
serie de infraestructuras, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros
días cumpliendo su uso inicial: calzadas, puentes, acueductos, faros, etc.
- Las calzadas. Vías de comunicación creadas por los romanos para poner en
contacto los extensos territorios del Imperio, como Vía Augusta o la
Vía Platea en la península ibérica.
- Los puentes. Salvaban desniveles por los que discurrían las calzadas,
como el
puente de Alcántara (Cáceres), sobre las aguas del Tajo durante el
imperio de Trajano (s. II dC); o el Pont du Gard (en Nimes, Francia),
erigido durante el periodo augusteo (fines s. I aC).
- Los acueductos. Son construcciones que servían para trasladar agua a las
ciudades desde fuentes próximas. Como ejemplos más significativos señalamos el acueducto
de Segovia (construido entre los s. I y II dC.), el de Les
Ferreres en Tarragona y el acueducto
de los Milagros en Mérida.
Estaban
complementados por otras construcciones: los pantanos, donde se recogía el agua
en origen (como el de Proserpina en
Mérida) y las castella aquarum,
torres de depuración y distribución de las aguas a la entrada de las ciudades.
3.3.2. Edificios públicos.
- Las basílicas. Tipológicamente son edificios rectangulares, de tres o cinco
naves, y terminados en un ábside en uno de sus extremos. Cumplían una doble
función, económica y judicial. Existen, dos tipologías, la oriental, cuando la
fachada de acceso se sitúa en uno de los laterales largos, y la griega, cuando
lo hace en uno de los laterales cortos (luego empleada por los cristianos como
edificio religioso). En Roma destaca la basílica de Majencio o Constantino,
en el foro.
Las termas. Cumplen al tiempo una función higiénica y social, siendo por
ello edificios muy habituales, con los que los emperadores solían atraerse la
popularidad de sus súbditos. Desde el punto de vista estructural, constan de
varias zonas dedicadas al ritual del baño: apoditerium
(vestíbulo), frigidarium (sala de
baño frío), tepidarium (sala de baño
templado), caldarium (sala de baño
caliente) y natatio o piscina
central; su construcción exigía un gran dominio técnico por la propia
infraestructura que requiere el baño, su carácter abovedado y las grandes
dimensiones que algunas de ellas podían alcanzar. En Roma sobresalen las de Caracalla
y Diocleciano.
3.3.3. Edificios públicos,
para espectáculos.
- Los teatros. Toman al teatro griego como referencia, aunque con
diferencias notables desde el punto de vista formal. Son casi todos ellos
construidos en su totalidad, es decir, no aprovechan las laderas de las
montañas como los griegos, sino que se construyen frecuentemente sobre terrenos
llanos. Su forma es semicircular y solía tener un fondo arquitectónico muy elaborado:
el frons scenae. En Roma destaca el teatro Marcelo,
construido en época de Augusto y que sirvió de modelo a los teatros de
provincias. En España los de Mérida, Málaga, Sagunto, Cartagena o Segóbriga
- Los anfiteatros. Son obras propias del espíritu romano, derivadas de los
teatros pero con forma oval. Estaban destinados a los juegos con fieras o
luchas de gladiadores. Entre todos ellos destaca el anfiteatro Flavio,
concluido por el emperador Tito hacia el 80 dC. y conocido también como el Coliseo (por la estatua colosal de Nerón
como Helios que se situaba en las proximidades). En España sobresalen los de Mérida, Itálica y Segóbriga.
- Los circos. Se destinaban a carreras de caballos o cuadrigas. Tenían una
forma alargada y estaban divididos longitudinalmente por un muro central o spina en torno al cual discurría la
competición. El más famoso fue el circo
Máximo de Roma. En España se conservan los de Toledo y Mérida.
3.3.4. Edificios religiosos y funerarios.
- Los templos. Siguen
los patrones tuscánico (etrusco) y griego, elevándose sobre un alto podíum con amplio pórtico y cella casi cuadrangular y con columnas adosadas (pseudoperípteros).
El orden más empleado en la columnata es el toscano. Esta feliz síntesis entre
lo etrusco y lo griego se difundió rápidamente convirtiéndose en el esquema
clásico del templo oficial, como observamos en los ejemplos dedicados a Portuno
en Roma (s. II aC) o la
Maison
Carrée en Nimes (transición al s. I dC.) No obstante
los romanos construyeron otros modelos
templarios de inspiración helénica: los tholos,
entre los que destacan los dedicados a Hércules Olivario en Roma y el templo de Sibila y Vesta
en Tívoli.
Pero
entre todos los templos destaca, por su originalidad, el Panteón, edificio que
Agripa (general y yerno de Augusto)
consagrara en 27aC. a todos los dioses de acuerdo con la nueva espiritualidad
augustea de tolerancia religiosa. Fue destruido por importantes incendios y
reconstruido de forma completamente nueva en época del emperador Adriano
durante la primera mitad del siglo II (118-125 dC.). El edificio presenta una
estructura principal cilíndrica y cupulada con un pórtico de acceso al modo
clásico. La sala central es expresión del universo celeste y el emperador su Cosmocrator. La originalidad de la obra
ha llevado a relacionarla con Apolodoro de Damasco, arquitecto de Trajano, uno
de los más geniales y atrevidos de la
Roma imperial.
- Las tumbas. El
rito funerario más usual en el mundo romano fue la incineración del cadáver, en
especial hasta la época de Adriano (s. II dC.) a partir de la cual se practicará
la inhumación en ricos sarcófagos, especialmente entre las clases altas de la
sociedad. El tipo más sencillo de enterramiento era la simple fosa complementada
por un ara o estela. También eran frecuentes las esculturas alegóricas o los
bustos-retrato del difunto colocados sobre un plinto. Junto a estas sepulturas
populares, se alzaron también ricos mausoleos pertenecientes a las familias más
acaudaladas; responden a tres tipos: torre, templo y columbario. Al primer tipo
pertenecen las estructuras cilíndricas de Cecilia Métela, Augusto (ambas del s. I
aC) y Adriano (s. II dC),
síntesis de los túmulos etruscos; o las cuadrangulares de los Julios (Francia) o de los Escipiones (Tarragona),
ambas del s. I aC y en la tradición de monumentos helenísticos. Forma de templo
presenta el mausoleo de Fabara (Zaragoza) y de tipo columbario (nichos) son
las catacumbas. No obstante la tolerancia y el sincretismo de formas que adopta
la Urbe permite
la construcción de otras tumbas tan singulares como la tumba panadero Eurysaces,
al modo de su propio horno, o la célebre de Cayo Cestio, en Roma, al
modo de los faraones egipcios, ambas en Roma.
3.3.5. Monumentos conmemorativos.
- Los arcos de triunfo. Son construcciones típicamente romanas, que servía para conmemorar algún
acontecimiento importante o glorificar a un emperador victorioso. Es lógicamente abovedada, utilizándose elementos adintelados para
su decoración; podían constar de uno o tres ojos, y excepcionalmente cuatro, al
enfrentar un arco en cada uno de los frentes de un cuadrilátero: arco quadrifronte. Sobre los arcos se situaba
un ático destinado a la inscripción epigráfica que advertía sobre el
constructor y sus hazañas. El conjunto se decoraba con relieves y podía estar
rematado con esculturas exentas. En Roma destacan los arcos de Tito, construido en el s. I dC. , de un ojo,
y los de Septimio Severo (pps.
s. III) y Constantino (s. IV), de tres. En
España, al primer ejemplo corresponde el arco de Bará en Tarragona; al
segundo el de Medinaceli en Soria;
y al arco quadrifronte el de Cáparra
en Cáceres.
- Las columnas. Son
también características de la cultura romana en su finalidad conmemorativa.
Suelen elevarse sobre un alto plinto, no responden a un orden concreto y su
fuste se decora con un friso helicoidal corrido sobre las gestas del emperador
a quien se dedica. La más importante es la de Trajano, en el foro
realizado por él, y destinada también a servirle de tumba. A imitación de ésta
se realizaron la de Marco Aurelio y la de Antonino en Roma, esta última no
conservada, y más tarde la de Constantino con motivo de la refundación de
Bizancio (Constantinopla).
3.3.6. Las residencias imperiales.
Surgen
tras la consolidación del Imperio como institución, conforme a la idea de
asociar la figura del emperador a la de la Urbe , y la grandiosidad de aquel con la de la
propia Roma. Los precedentes más inmediatos los encontramos en los palacios de
los reyes helenísticos, aunque con un avance respecto a ellos al aplicar los
romanos su particular genio constructivo en muros, bóvedas y plantas de gran
complejidad. Destacan: La
Domus Áurea de Nerón, construida por el emperador Nerón tras el incendio de Roma del
año 64 dC., y síntesis perfecta entre arquitectura y naturaleza. La Domus Flavia , construida
durante la segunda mitad del s. I dC por el arquitecto Rabirius, constituye la
residencia definitiva de los Césares
sobre el Palatino (Palacio) y responde a un espíritu racionalista no exento de
importantes novedades técnicas como la gran bóveda de cañón del Aula regia o la Coenatio
Jovis , el fastuoso comedor de gala. La Villa Tiburina ,
realizada por Adriano entre los años 120 y 138 e influida por concepciones
artísticas orientales. Y El palacio de Diocleciano en Spalato, construido para retiro de este
emperador en la actual Split (Yugoslavia) a principios del s. IV. Es la última
gran obra de la antigüedad romano-pagana, reuniendo la triple función de
palacio, templo y tumba. Su planta está inspirada en un campamento militar:
rectangular y fortificado, con un tono
helenístico en la abundancia de arquerías y pórticos, acorde con su propia
ubicación geográfica.
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